Mario Vargas Llosa, la muerte de un liberal incómodo
Con la muerte de Mario Vargas Llosa no solo se cierra un capítulo brillante de la literatura latinoamericana, sino que también se apaga una de las voces más lúcidas —y más incómodas— del pensamiento liberal en nuestra región.

Con la muerte de Mario Vargas Llosa no solo se cierra un capítulo brillante de la literatura latinoamericana, sino que también se apaga una de las voces más lúcidas —y más incómodas— del pensamiento liberal en nuestra región. Aunque no fue el autor de Manual del perfecto idiota latinoamericano (libro que leí como estudiante de licenciatura), su prólogo a esa obra fue una declaración ideológica contundente que, en su momento, causó escozor en más de un círculo intelectual latinoamericano. Quizá por eso, al enterarme de su fallecimiento, lo primero que vino a mi mente fue justamente ese libro, que no es de su autoría, pero representaba su forma de pensar.
Publicado en 1996 por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, Manual del perfecto idiota latinoamericano fue mucho más que un ensayo político: fue un manifiesto crítico contra los dogmas ideológicos que han paralizado a América Latina durante décadas. Con ironía, agudeza y valentía, el libro desmonta una a una las excusas que, desde la izquierda tradicional, se han utilizado para justificar el subdesarrollo, la corrupción y el autoritarismo en nuestros países.
El “idiota” al que alude el título no es un tonto cualquiera, sino un personaje muy específico: el intelectual o político que culpa al imperialismo yanqui de todos los males; que idealiza al Estado como solución a todos los problemas; que desprecia el mercado, la empresa privada y la globalización; que justifica dictaduras si son “de izquierda” y que, en definitiva, se niega a asumir responsabilidades internas por el atraso latinoamericano. Es el que prefiere narrativas cómodas antes que análisis incómodos, y encuentra en el victimismo una coartada para la inacción.
Vargas Llosa, que en su juventud simpatizó con el marxismo, fue uno de los pocos intelectuales que hizo una revisión pública y honesta de su evolución ideológica. Su tránsito hacia el liberalismo no fue oportunista, sino fruto de una profunda reflexión crítica, alimentada por la experiencia política directa —incluyendo su candidatura presidencial en 1990— y por su lectura atenta de la historia. Su firma en el prólogo del Manual es coherente con su defensa persistente de la democracia, el estado de derecho, las libertades individuales y el libre mercado como pilares para el desarrollo de América Latina.
Además de su legado literario, Vargas Llosa deja una herencia intelectual incómoda para muchos: la insistencia en que los latinoamericanos debemos hacernos cargo de nuestros propios errores, sin buscar chivos expiatorios externos. Una idea tan simple como radical en un continente acostumbrado a eludir responsabilidades.
Lo más revelador, sin embargo, es cómo este libro, a casi 30 años de su publicación, sigue permaneciendo vigente. Basta ver el resurgimiento del populismo en la región, la fascinación por los “hombres fuertes” y la persistente tendencia a culpar al extranjero de nuestros males, para entender que el retrato del “idiota latinoamericano” sigue entre nosotros, con nuevos rostros pero los mismos discursos de siempre.
Leer hoy el Manual del perfecto idiota latinoamericano no es solo un ejercicio de memoria o nostalgia. Es, sobre todo, un acto de lucidez. Porque si bien fue escrito en 1996, sus advertencias resuenan con una fuerza casi profética. Y eso, tristemente, habla más de nosotros que de los autores.
*El autor es Doctor en Economía, Maestro en Desarrollo Regional, asesor empresarial.
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