"La llegada de Castillo empoderó a un sur olvidado en Perú que no tiene un medio institucional para expresarse"
Eduardo Gamarra, experto en política y relaciones internacionales de la Florida International University, analiza la crisis peruana y señala que unas elecciones no bastarán para resolver el problema.
Han pasado casi dos meses desde que Pedro Castillo saliera abruptamente de la presidencia de Perú tras su intento de disolver el Congreso y el país sigue sumido en una crisis para la que no se atisba salida.
Las protestas contra el Gobierno de Dina Boluarte y el Congreso continúan, y han dejado ya 58 muertos. Los manifestantes piden la renuncia de Boluarte, la disolución del Legislativo y unas elecciones para las que sigue sin haber fecha.
BBC Mundo conversó con Eduardo Gamarra, experto boliviano en relaciones internacionales, de la Florida International University de Estados Unidos sobre el difícil atolladero en que se ha metido Perú.
¿Qué ha pasado en Perú para que hayamos llegado a este punto?
Es una larga historia, que en realidad comenzó con el pecado original de la Constitución de Alberto Fujimori. Aunque ha sido modificada una docena de veces, ninguna de esas modificaciones ha afectado al problema estructural que tiene el Perú producto de esa Constitución. Es resultado de la idea que se debatió mucho en los años 1990 de que el presidencialismo no funcionaba y había que crear un híbrido, o parlamentarizar a los sistemas presidencialistas.
Como los sistemas electorales en muchos países de la región habitualmente no arrojaban un ganador claro, en Perú, la Constitución de 1980, y luego la de 1993 de Fujimori crearon un sistema de segunda vuelta, la figura del primer ministro y toda una serie de cosas ambiguas y difíciles de explicar, como la capacidad del Congreso de quitar al presidente a través de figuras como declararlo moralmente incapacitado. Pero también queda en la ambigüedad que el presidente también puede, mediante una interpretación muy curiosa, cerrar el Parlamento.
Pero muchos de los manifestantes que piden la renuncia del gobierno de Dina Boluarte piden también una nueva Constitución, y no lo hacen por su ambigüedad, sino porque quieren cambios en el modelo económico. ¿Es ese de la ambigüedad el principal problema?
La ambigüedad es un problema muy serio en la Constitución peruana. Y es lo que lleva a que no sea posible un presidente con una mayoría legislativa. En los últimos seis años hemos visto en Perú presidentes elegidos con un porcentaje mínimo del voto. Eso hace que no tengan mayoría legislativa y, por lo tanto, sus posibilidades de gobernar son prácticamente nulas.
La Constitución le da al Parlamento la posibilidad de quitar presidentes en un contexto en que han desaparecido los grandes partidos. Ya no existen partidos fuertes como el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), que aglutinaban una fuerza legislativa.
Hoy en Perú hay al menos 25 partidos, 12 de los cuales están en el Parlamento. Eso es producto del diseño constitucional, pero también del desencanto profundo hacia los políticos que se ha dado en las últimas tres décadas. No olvidemos que ya Fujimori surge como el "outsider" que rechaza a los grandes partidos tradicionales. Y en los treinta años que han pasado desde entonces ha sido virtualmente imposible lograr una mayoría
¿Pero puede atribuirse a la Constitución la debilidad de los partidos? En ella solo se fijan las reglas de juego, pero el modo en que se organiza políticamente la sociedad es resultado de la propia dinámica de esa sociedad.
Eso es cierto. No se puede echar la culpa a la Constitución de la República de Weimar del surgimiento de Hitler en Alemania, aunque mucha gente lo haga. Pero en el caso de Perú, creo que el diseño constitucional era demasiado idealista para una sociedad que se dividió profundamente desde el año 2000, especialmente desde la salida de Fujimori.
En Perú los presidentes no tienen ni los cien días de luna de miel que se suelen dar en otros países. El acoso empieza desde el primer día, de parte del Parlamento y de la sociedad civil porque hay un colapso de la credibilidad del sistema político.
En realidad, se ve también en otros países de la región y es lo que ha llevado al surgimiento de liderazgos extraños, como el de Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia. En Perú llevó al triunfo de Pedro Castillo, aunque nunca tuviera el enorme apoyo popular que tuvieron otros líderes latinoamericanos.
¿Crees entonces que el triunfo de Castillo fue consecuencia del colapso de la credibilidad institucional?
Absolutamente. Del colapso de los partidos antiguos, en especial del fujimorismo, pese a que siga teniendo cierto arraigo en parte de la población peruana y precedencia en el Congreso. No olvidemos que Castillo ganó con alrededor de un 20% de los votos y que su base era sobre todo rural y concentrada en el sur de Perú.
Fue el triunfo de un maestro rural. Eso es muy importante, porque lo que parece estar ocurriendo en Perú es algo parecido a lo que ocurrió en Bolivia, el despertar del campo, de una población que nunca estuvo muy involucrada en la política. Ahí tenemos a los movimientos campesinos e indígenas que están hoy tan activos.
Ese despertar presenta algunas aristas problemáticas. Está siendo en alguna medida violento y algunas voces radicales promueven una nueva Constitución para que Perú siga sendas similares a las de Cuba o Venezuela.
El problema es que estos grupos no tienen ninguna ruta ni mecanismo institucional. No hay un partido organizado. Castillo era lo más cercano que tenían a eso. Lo que está sucediendo en Perú es el despertar de una cuestión, pero sin organización ni institucionalidad. Y no sé si hay influencias cubanas o de otra parte, pero sí es demostrable la influencia de todo lo que ha pasado en Bolivia y del pensamiento de Evo Morales, con su poder de movilización en comunidades aimaras y quechuas.
Parece haber un uso de la violencia como herramienta de presión política.
Sí, eso es muy interesante porque, como vimos en Bolivia, estos movimientos utilizan la violencia, pero para provocar violencia. Y entonces sucede una dinámica extraordinaria, en la que ellos utilizan piedras y hondas y eso provoca la respuesta del Estado.
El Estado es el único que tiene el uso legítimo de la fuerza, pero cuando la usa y muere gente empieza a deslegitimar. Entonces vemos las consecuencias serias que vemos en Perú. Si mueren personas que están activamente en combate contra el poder del Estado, se fortalece el movimiento, y se puede ver una intencionalidad en ese sentido. Pero a la vez ha habido un excesivo uso de la fuerza.
Precisamente le iba a preguntar por eso. Si lo que buscan estos grupos es provocar violencia, parece que han tenido éxito, porque hay indicios de que ha sido bastante intensa por parte del Estado.
Absolutamente. Ante la provocación, no hay que responder con mayor violencia, que es lo que a veces produce muertos y violaciones de derechos humanos. Introduce esta situación donde el que pierde legitimidad es el Estado, al violador de derechos humanos y ganan estos movimientos completamente desorganizados.
¿Los que participan en las protestas, sobre todo en el sur, son representativos de todo Perú?
Es el Perú profundo, el de la Sierra, el indígena, el aimara y quechua. Son primos hermanos de los aimaras y quechuas de Bolivia, por eso vemos lo que vemos en Puno y en Cuzco; por eso están tan influidos por lo que pasa en Bolivia. Eso no quiere decir que, como sugieren algunos, Evo Morales sea la causa de todo lo que pasa en Perú. Pero sí hay una alta identificación con lo que hizo en Bolivia.
Destaca el discurso sobre la tierra y los movimientos indígenas están enarbolando la misma bandera que enarbolaron en Bolivia. Tienen una gran capacidad de movilización y eso los hace capaces de paralizar las actividades en toda la zona sur. Esa gran capacidad de movilización es la mala noticia para el sistema político peruano.
Pero hemos visto mucha rabia en estos lugares. ¿No hay factores socioeconómicos detrás?
Hay mucha polarización en Perú y una de las dimensiones de esa polarización es la étnica, con un sur y una sierra medio olvidados. Y otro factor importantísimo es la desigualdad. La pobreza se concentra en los sectores indígenas y en el sur. Ese sur sintió un empoderamiento con la llegada de Pedro Castillo y ahora siente que reclaman derechos legítimos. Pero el problema más dramático es que no tiene un vehículo institucional para expresarse.
¿Te parece que el gobierno de Dina Boluarte está gestionando bien las protestas?
Cuando hay más de 50 muertos, parece difícil hablar de una respuesta bien manejada. Ha sido muy criticada en todos los sectores políticos en el Perú y también internacionalmente. La actuación en el sur ha sido muy criticada y con razón, aunque en Lima han manejado la situación algo mejor.
¿Y qué balance haces de la presidencia de Pedro Castillo?
Fue una de las presidencias más accidentadas que ha tenido el Perú y hablamos de seis años de períodos accidentadísimos. Tuvo los mismos problemas que tuvieron sus antecesores. Le cayeron acusaciones de corrupción desde el día que llegó. Lo más extraño fue cuando le acusaron por traición a la patria por decir en una entrevista que contemplaba cederle una salida al mar a Bolivia.
Esa dinámica de no tener mayoría en el Congreso convierte a los presidentes en figuras sin capacidad para responder a críticas o acusaciones. Eso no quiere decir que Castillo no haya sido corrupto ni borra el hecho de que fuera incapaz de mantener un gabinete. Perdí la cuenta de cuántos gabinetes pasaron.
¿Y no crees, como muchos otros, que esa incapacidad venía dada por el propio Castillo, y no por su situación en el Congreso?
Sí, pero todo es parte del problema que comentábamos. Las personas que estamos eligiendo como presidentes en la región no son las más preparadas ni las que tienen más experiencia en gestión pública.
En el caso de Castillo, verdaderamente no tenía las condiciones para ser presidente. Sí tenía una identificación étnica con los sectores empobrecidos del sur, pero que, curiosamente, recién ahora aflora. Cuando fue presidente no tuvo la capacidad de movilizar gente como ahora.
Tras su destitución, le sucedió en la presidencia la vicepresidenta Dina Boluarte, como establece la Constitución. ¿Por qué eso ha enfadado a tanta gente?
Mucha gente la veía como la gran defensora de Castillo y parecía muy identificada con él. Pero ahora se ha convertido básicamente en la defensora del Parlamento. La nombraron presidenta y actúa ahora no solo como jefa de Estado, sino también como jefa de una de una nueva alianza que se forjó en el Parlamento.
¿Y por qué el Congreso suscita tanto rechazo?
Durante al menos los últimos 20 años, el Congreso del Perú ha sido absolutamente rechazado. Los políticos como tal son rechazados en todas las encuestas. En Perú, los políticos, el Parlamento y los partidos son extraordinariamente impopulares. Es el lugar donde la opción militar tiene más apoyos en Sudamérica.
¿Hay riesgo de que ante la crisis política en el país se acabe optando por una opción militar?
Si uno mira lo que responde la gente en las encuestas se preocupa. Pero al ver la reacción de los militares cuando Castillo los convocó en su intento de disolver el Congreso ha tranquilizado a muchos. Habrá que ver cómo evoluciona esto. Porque hoy la probable salida es la renuncia de Dina Boluarte, pero después de eso habrá que decidir que hacer, cómo sigue el proceso.
Esa es la cuestión clave. Ya hemos tenido muchas elecciones y todos los Congresos han sido muy impopulares. ¿Serán unas elecciones la solución?
Nada garantiza que no se elija un Parlamento igual que este. Puede incluso ser peor.
¿Qué salida tiene entonces Perú?
Yo solo soy profesor (ríe). Hace años, un viejo político boliviano me dijo que en Bolivia no había soluciones, sino solo salidas. Y creo que ese es el caso de Perú ahora. Todos los actores políticos van a tener que encontrar una forma de salir de este "impasse". Una vez se salga de él, habrá que hablar de redefinir las reglas del juego. Pero hay que salir.
¿Aboga entonces por unas elecciones?
Ahora lo que es urgente es un diálogo nacional, en el que estén todos representados. Pero ese diálogo no lo va a poder presidir la señora Boluarte. Va a ser muy difícil para ella en las condiciones actuales y con los muertos que ha habido. Pero hacer elecciones no va a resolver el problema y hace
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