4 razones de que la economía de Perú tenga el crecimiento más bajo de las últimas dos décadas (sin contar la pandemia)
El Producto Interno Bruto peruano se estanca. El fin de la era de alto crecimiento llega cuando aún quedan grandes desigualdades por corregir.
El encarecimiento del precio del limón es sólo la última muestra del fin del llamado "milagro económico" de Perú, el país que lideró el crecimiento en América Latina en las dos primeras décadas de este siglo.
Superadas las dificultades de la década de 1980, cuando sufrió una grave crisis económica y cayó en la hiperinflación, el país, gracias al boom de las materias primas, comenzó a crecer a un ritmo muy superior al de sus vecinos, redujo aceleradamente la pobreza y su caso se presentaba como modelo a seguir para otros países en desarrollo.
En la última década del siglo XX y la primera del XXI, el PIB peruano creció un 4,8% de media cada año, una tendencia que, pese a algunos altibajos, se mantuvo hasta 2020, cuando la economía sufrió el golpe de la pandemia.
El país incluso parecía inmune a la inestabilidad permanente con cinco presidentes en cinco años.
Hasta ahora.
El Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) rebajó sus pronósticos de crecimiento del Producto Interno Bruto hasta el 0,9%, la cifra más baja en más de 20 años a excepción de 2020 por la inesperada pandemia.
Aunque el frenazo económico es compartido por países vecinos como Chile (-0,3%), Argentina (-3%) o Uruguay (1%), hay razones propias que explican la abrupta desaceleración de Perú.
Aquí repasamos 4 de ellas.
1. Años a la baja y un contexto internacional desfavorable
En realidad, hacía ya algunos años que el PIB peruano no se mostraba tan dinámico como en los años de la bonanza.
A partir de 2015, el crecimiento interanual se atascó en cifras no superiores al 4%, salvo en 2021, cuando creció un 13,4% como resultado del rebote tras el gran desplome de la pandemia del año anterior.
Las proyecciones para el año en curso y los siguientes confirman una ralentización preocupante.
La economía peruana es abierta y muy dependiente del exterior. De hecho, depende en gran medida de los clientes internacionales que adquieren sus productos mineros o agrícolas y de la llegada de turistas extranjeros al país.
La guerra en Ucrania, la caída de la demanda mundial y los trastornos en el comercio derivados de la rivalidad entre Estados Unidos y China la han hecho resentirse. Los problemas internos del gigante asiático, que ha visto frenado su crecimiento en medio de dudas sobre la salud de su sector inmobiliario, tampoco han ayudado.
Diego Macera, del Instituto Peruano de Economía, le dijo a BBC Mundo que la cifra de crecimiento del 0,9% “es muy baja para un país que aún tiene las brechas que tiene Perú”.
Armando Mendoza, del Centro Peruano de Estudios Sociales (Cepes), señala que “hay un consenso en que, para que haya una mejora efectiva en la calidad de vida de la población y en la reducción de la pobreza, se requiere un crecimiento de un 4%. Por debajo de eso estamos estancados”.
2. Una inestabilidad política que acabó pasando factura
La actual presidenta, Dina Boluarte, es la sexta máxima mandataria que ha tenido el país desde 2018.
Ninguno de sus antecesores en el cargo en este tiempo logró completar el mandato de cinco años que establece la Constitución y la mayoría de los expresidentes vivos está en la cárcel o encausados en un proceso judicial.
Durante algún tiempo, la economía pareció seguir la senda de crecimiento iniciada en la década de 1990, incluso tras la elección de Pedro Castillo, al que sus rivales presentaban como un peligro para las inversiones en el país. Hasta este 2023.
Y es que en este panorama de permanente inestabilidad, hace años que en Perú no se aprueban medidas significativas.
“Perú lleva al menos 10 años sin hacer una reforma y ganancias de periodos anteriores en sectores como los transportes se han ido perdiendo”, lamenta Macera.
“En algún momento tenían que pasar factura las reformas que no se hicieron”, señala.
El gobierno actual, con el Congreso en contra, tiene poco margen de maniobra.
El ministro de Economía y Finanzas, Álex Contreras, dijo recientemente que Perú sigue siendo “una economía estable”. Contreras confía en que los próximos meses se corrija la contracción detectada en los últimos y afirma que el gobierno “quiere cambiar el rumbo del país” e impulsar la “reactivación”.
Macera indica que “el gobierno actual llegó en un contexto de debilidad institucional, por lo que no se ha podido hacer mucho este año y no se perciben claramente cuáles son las prioridades en su política económica”.
Mendoza cree que el Ejecutivo actúa lastrado por lo que define como “falta de legitimidad”. Boluarte asumió la presidencia tras la destitución y encarcelamiento de Castillo, de quien era vicepresidenta, pero según las encuestas una mayoría de peruanos desaprueba su gestión y quiere elecciones anticipadas.
3. La decadencia del sector minero peruano
La minería es un sector vital para la economía de Perú. En 2022 la minería y los hidrocarburos supusieron un 19,7% de su PIB. Cobre y oro son lo que más exporta el país, y el sector ha sido el principal imán para las inversiones extranjeras
Y también la minería parece estar pasando un bache. Los últimos datos del Ministerio de Energía y Minas muestran que la inversión se contrajo casi un 20% en el último año.
La conflictividad social en torno a explotaciones mineras emblemáticas, como la de Las Bambas, en el departamento de Apurímac, y las trabas para abrir iniciar nuevos proyectos comenzaron a disuadir a los inversiones internacionales.
“La tubería de los nuevos proyectos mineros se empezó a secar hace años y hoy nos encontramos con que algunos nunca se llegaron a concretar, y otros, como el de Chalcobamba, avanzan muy despacio por los conflictos con las comunidades de alrededor”, explica Macera.
Las recurrentes disputas entre las multinacionales mineras y los peruanos que viven junto a los yacimientos que explotan se deben a la percepción extendida de que el trato es injustamente favorable a las empresas extranjeras.
Mendoza afirma que “desde los años de Alberto Fujimori y la apuesta por el crecimiento basado en los sectores extractivos se ha beneficiado a sectores privilegiados”.
Pone el ejemplo de lo que sucede en la agroexportación: “Allí los grandes productores cuentan con toda clase de ayudas, mientras que de los pequeños agricultores, que son la inmensa mayoría, no se acuerda nadie”.
La caída de la inversión minera resulta especialmente paradójica en un momento en que el mundo busca alternativas a los combustibles fósiles y el precio de minerales como el cobre o el litio se disparan por la alta demanda.
“Perú ya perdió definitivamente el tren del litio frente a otros competidores y nos estamos pegando un tiro en el pie al no apostar por la minería”, dice Mendoza.
4. El Niño
El impacto del clima y la meteorología también se deja sentir en la economía.
Ya hay algunos productos que se han encarecido por el cambio climático. En marzo el país sufrió el ciclón Yaku, que dejó decenas de muertos, miles de damnificados y cuantiosas pérdidas. El ciclón arruinó muchas cosechas en el norte del país.
Además, el efecto del fenómeno de El Niño ha hecho de 2023 el año más caluroso desde el que hay registros, En Perú se ha traducido en un aumento de la temperatura del agua del mar al que los pescadores culpan de que algunas especies cuya pesca es clave para las comunidades locales hayan desaparecido de las costas peruanas.
Fue el caso de la anchoveta, que este año apenas se ha capturado.
También se ha encarecido notablemente el precio del limón, un producto básico en la cocina del país.
Pero lo peor del impacto de El Niño podría estar por venir. Las autoridades insisten en concienciar del riesgo de que haya aguaceros e inundaciones una vez comience la temporada de lluvias en los meses del verano austral.
Pero en las comunidades potencialmente afectadas se reprocha al Estado y a los responsables regionales de no adoptar a tiempo las prevenciones necesarias.
Las consecuencias: menos confianza y menos progreso
La ralentización del crecimiento del PIB tiene consecuencias reales y tangibles en la vida de la gente, y, combinada con otros aspectos macroeconómicos, ha hecho su día a día más difícil.
“La gran mayoría de peruanos que viven y trabajan en la informalidad ha sufrido el efecto combinado de una inflación que se mantiene por encima de lo esperado con las dificultades de muchas pequeñas empresas para recuperar su actividad tras la pandemia”, cuenta Macera.
En Perú, pequeña empresa y familia son muchas veces la misma cosa, ya que muchos no tienen alternativa a los emprendimientos individuales o familiares para conseguir ingresos.
Perú se ha convertido en los últimos años en un país con un coste de vida mayor, con una inversión a la baja y un crecimiento por debajo de lo necesario.
Y las expectativas para el futuro próximo no son muy positivas. Los informes prevén un crecimiento muy modesto también para el año que viene y la encuesta del Banco Central que mide la confianza de los actores económicos muestran que esta también va a la baja.
“Lo peor es que el dato de este año indica que tal vez no estemos sufriendo un golpe pasajero, sino que nos esperan años de muy bajo crecimiento. De ser así, nos llevará décadas corregir las desigualdades que todavía existen en Perú”, concluye Macera.
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