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¿Puede Japón escapar a su bomba demográfica? (y cuáles son las lecciones para América Latina y el resto del mundo)

Japón es el país con un porcentaje más alto de personas mayores. Pero el envejecimiento de la población es un fenómeno mundial, según la ONU, y los países deben prepararse para enfrentarlo.

¿Puede Japón escapar a su bomba demográfica? (y cuáles son las lecciones para América Latina y el resto del mundo)

Japón es el país con el mayor porcentaje de personas de 65 años o más.

Es el país más anciano del mundo y sigue batiendo récords.

En Japón, una de cada diez personas tiene 80 años o más.

Y la proporción de personas de 65 años o más (29,1%) es la más alta del mundo.

Pero los números son solo la punta del iceberg, el indicio de una profunda crisis nacional.

“El envejecimiento de la población japonesa, a la que los medios de comunicación suelen referirse como una ‘bomba de tiempo’, plantea un desafío grave y apremiante”, le dijo a BBC Mundo Hiroko Costantini, profesora del Instituto para Iniciativas del Futuro en el Instituto de Gerontología de la Universidad de Tokio.

“En 2021, Japón registró un mínimo histórico en su tasa de natalidad, con solo 811.000 nacimientos, la más baja desde 1899”.

La tasa de nacimientos por mujer en Japón se sitúa muy por debajo del 2,1 considerado necesario para mantener una población estable. Esa cifra es por ejemplo, 2,1 en Perú y 1,9 en Argentina.

La tasa de natalidad actual en Japón es de apenas 1,26, y con una tasa de envejecimiento de la población que se ha disparado al 29,0%, esto indica un cambio demográfico sin precedentes”, afirmó Costantini.

El gobierno japonés ha buscado aumentar la tasa de natalidad con incentivos económicos, pero no ha tenido éxito.

¿Qué puede hacer Japón para responder al envejecimiento de su población? ¿Es la crisis nipona parte de un fenómeno mundial? ¿Y qué pueden aprender de ella otros países, también en América Latina?

El impacto económico

El envejecimiento de la población japonesa tiene implicaciones profundas, señaló Costantini.

Las consecuencias van desde la escasez de mano de obra hasta la falta de crecimiento económico.

Japón aprobó un presupuesto récord para el próximo año fiscal, en parte debido al aumento de los costos de la seguridad social.

“A lo largo de los años, la tasa de envejecimiento de Japón ha aumentado significativamente contribuyendo al estancamiento económico desde mediados de los años 90”.

“Además, el delicado equilibrio entre las prestaciones y las contribuciones a la seguridad social, en particular en los gastos de atención sanitaria y cuidados de larga duración, se está volviendo cada vez más precario. Están surgiendo dudas sobre la viabilidad a largo plazo del sistema de seguridad social, con cargas crecientes en la atención sanitaria a las personas mayores”, explicó Costantini.

“Las soluciones futuras pueden requerir importantes reducciones de beneficios y reformas de las pensiones, incluyendo el aumento de la edad de elegibilidad a 70 años, para abordar esta cuestión multifacética de manera efectiva”.

“Casarse antes de tener hijos”

Los incentivos gubernamentales destinados a promover un aumento en la tasa de natalidad han tenido un éxito limitado, afirmó Costantini.

La profesora de la Universidad de Tokio señaló que si bien el alto costo de vida es un factor que desalienta a algunas personas a tener hijos, el problema va más allá de consideraciones financieras.

La sociedad japonesa pone un énfasis significativo en casarse antes de tener hijos, lo que lleva a muchas parejas a priorizar la búsqueda de la pareja adecuada antes de formar una familia”.

La tasa de natalidad actual en Japón es de apenas 1,26 nacimientos por mujer.

“Encuestas con mujeres solteras de entre 20 y 40 años revelan varias razones comunes para retrasar o renunciar al matrimonio, incluyendo la ‘falta de oportunidades para conocer parejas potenciales’, ‘el deseo de mantener mi estilo de vida actual’ y ‘priorizar la realización personal’”.

“Además, la dependencia social de la familia para el cuidado de los adultos mayores en Japón ha llevado a algunas mujeres a considerar las posibles responsabilidades de cuidado que podrían imponer a sus hijos en el futuro”.

A la luz de estos factores complejos, abordar la disminución de la tasa de natalidad en Japón requiere un enfoque integral, según la experta.

“Esto puede incluir políticas que reduzcan la carga de los cuidados para las familias y que proporcionen incentivos financieros, como salarios para los cuidadores familiares, para crear un entorno más propicio para la crianza de los hijos”.

¿Puede la migración ser una respuesta?

Otros países con tasas de natalidad bajas, como Australia o Alemania, han optado por facilitar el ingreso de extranjeros.

La tasa de fertilidad de Australia, por ejemplo, es de 1,58, pero la población está creciendo gracias a la inmigración.

¿ Por qué no ha elegido Japón un camino similar?

La tasa de envejecimiento ha contribuido al estancamiento económico de Japón desde mediados de los años 90.

“Históricamente, Japón ha mantenido un enfoque pasivo ante la inmigración, que consiste en aceptar trabajadores extranjeros en lugar de fomentar activamente la inmigración”, explicó Costantini.

Como resultado, sólo alrededor del 1,7% de la población de Japón, aproximadamente 2,2 millones de personas, está formada por personas nacidas en el extranjero o nacionales extranjeros, agregó.

“Este enfoque puede atribuirse al fuerte deseo de Japón de preservar su homogeneidad étnica. La relativa homogeneidad étnica de Japón a menudo se considera un factor que contribuye a la baja incidencia de conflictos abiertos dentro de la sociedad”.

“Para el gobierno, esta homogeneidad sirve como una valiosa herramienta política para la unidad y la cohesión nacional”.

Si bien la inmigración podría ser una respuesta parcial a la escasez de trabajadores, Japón puede priorizar en cambio aumentar la participación de personas mayores y mujeres en la fuerza laboral, según la profesora de la Universidad de Tokio.

“Se considera que estos enfoques ofrecen potencialmente efectos más inmediatos y sustanciales, al tiempo que se alinean con el contexto cultural e histórico del país”.

El Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, dijo en enero que su país está al borde de no poder funcionar como sociedad debido a su tasa de natalidad en descenso.

El papel de las mujeres

Incorporar más mujeres a la fuerza laboral, atrayéndolas con políticas favorables como una generosa licencia por maternidad, es una parte vital de la solución a la crisis japonesa, según Costantini.

Algunas corporaciones han introducido ese tipo de medidas.

Sin embargo, la investigadora aclara que “la cuestión del empleo femenino va más allá de las bajas tasas de participación en la fuerza laboral”.

“En Japón, se aplica un incentivo fiscal a las personas con ingresos anuales inferiores a 1,03 millones de yenes (alrededor de US$7.000), lo que ha llevado a que un número importante de mujeres tengan empleos no regulares, como trabajos a tiempo parcial. Abordar esta situación es igualmente esencial”.

Incorporar más mujeres a la fuerza laboral es una parte vital de la solución a la crisis japonesa, según Hiroko Costantini.

Por otra parte, los cambios de política por sí solos son insuficientes, según la experta.

“Es crucial transformar la percepción social de Japón, donde la crianza de los hijos se considera principalmente responsabilidad de las mujeres y los hombres son vistos como ‘ayudantes’, no cuidadores. Es esencial cambiar la mentalidad de los jefes y supervisores, especialmente los hombres de entre 50 y 60 años, que tal vez no hayan participado activamente en la crianza de los niños y subestimen su importancia”.

“Además, se deben desarrollar políticas para apoyar a las mujeres de 40 años o más, que criaron a sus hijos en una época en la que el apoyo para la crianza de los hijos era escaso y, por lo tanto, interrumpieron sus carreras y ahora necesitan apoyo para establecer modelos profesionales viables”.

La política de los tres hijos

Costantini cree que Japón podría aprender en particular de medidas tomadas en Francia.

“Durante mi estancia en París, observé numerosos casos de mujeres que lograron equilibrar las exigencias de criar a tres hijos mientras seguían sus carreras. Por ejemplo, en Francia, las familias con niños, reciben a partir del tercer hijo importantes ventajas en el impuesto a la renta, así como reducciones en los costos de comidas escolares y cuidado de los niños fuera del horario laboral en las escuelas públicas”.

“Además, las familias con tres hijos o más tienen acceso a una variedad de otros beneficios, incluida una reducción del 50% en casi todos los costos del transporte público y varias otras ventajas”.

Políticas favorables de licencia por maternidad, flexibilidad laboral y otros beneficios son necesarios para atraer a más mujeres al mercado de trabajo.

Costantini señala que es fundamental reconocer que no todas las mujeres que desean tener hijos pueden tenerlos, y es totalmente válido que algunas mujeres opten por no ser madres.

“Sin embargo, para aquellas mujeres que aspiran a tener hijos, fomentar una norma cultural que anime a las familias a tener tres hijos e implementar políticas de apoyo son consideraciones cruciales”.

Un problema mundial

Si bien el caso de Japón es extremo, muchas otras naciones muestran tendencias similares.

Los países que siguen actualmente a Japón en proporción de personas de 65 años o más son Italia con un 24,5% y Finlandia con un 23,6%.

Y los porcentajes aumentarán significativamente según la ONU para 2050, cuando Hong Kong y Corea del Sur superarán a Japón con cerca de un 40% de personas de 65 años o más, y España ocupará el quinto lugar con más de 36% (ver gráfico más arriba).

“En mayor o menor medida, la población de todos los países del mundo está viviendo hasta edades más avanzadas y las mujeres y parejas están teniendo menos hijos. El envejecimiento demográfico es, por lo tanto, un fenómeno mundial”, le dijo a BBC Mundo Jorge Bravo, experto de la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, (DESA, por sus siglas en inglés).

Bravo es uno de los autores del Informe Mundial Social 2023 de la ONU, titulado “Que nadie quede atrás en un mundo que envejece”.

El envejecimiento demográfico es un fenómeno mundial, según la ONU.

El informe estima que el número de personas de 65 años o más en todo el mundo se duplicará durante las próximas tres décadas, y alcanzará 1.600 millones en 2050, cuando las personas mayores representarán más del 16% de la población mundial.

“Japón es, desde hace décadas, el país demográficamente más envejecido del mundo, pero muchos países de Europa, varios de Asia y de las Américas tienen también un alto porcentaje de su población en el grupo de 65 años y más”, señaló Bravo.

En esa transición a sociedades más envejecidas algunos países están más avanzados que otros, y América Latina, de acuerdo al informe, se encuentra en una fase intermedia.

América Latina tiene niveles de fecundidad y mortalidad cercanos al promedio mundial. En consecuencia, su grado de envejecimiento, medido por la proporción de personas de 65 años y más en la población total, actualmente de 9.5%, es muy cercano al promedio mundial de 10%. Esa proporción se ubica en un nivel intermedio entre los mayores del mundo (más de 20% en Japón, República de Corea y muchos países europeos) y los menores niveles del África subsahariana y partes de Asia”.

Prepararse para el envejecimiento

Bravo señala que si bien los países de América Latina están todavía lejos del nivel de envejecimiento de Japón, deben hacer las previsiones del caso.

Entre las medidas a adoptar, el experto de la ONU incluye: a) extender la base contributiva de los sistemas de seguridad social, ajustando la edad de jubilación en proporción al aumento de la esperanza de vida, b) invertir en mejorar las condiciones de salud a lo largo de la vida, evitando enfocarse solo en intervenciones curativas, c) ampliar las oportunidades de empleo para las mujeres, que todavía enfrentan importantes desventajas en el mercado laboral respecto de los hombres, y d) implementar medidas para facilitar la compatibilidad entre trabajo y crianza de los hijos, con más igualdad de género, es decir, mayor equilibrio entre mujeres y hombres en el trabajo dentro y fuera del hogar.

Bravo cita como ejemplos positivos el de “países nórdicos y otros europeos que han adoptado las políticas más generosas de apoyo a los padres para que puedan equilibrar la vida familiar y laboral. Estos incluyen programas para facilitar el empleo, las licencias maternales y paternales, horarios flexibles de trabajo, créditos tributarios y subsidios sustanciales para el cuidado de los niños”.

Financiar el aumento en los costos de salud y seguridad social es uno de los mayores desafíos para los países que envejecen.

Por otra parte, el experto de la ONU cita el ejemplo de la reforma al sistema de pensiones en Suecia.

Este país “introdujo en los años noventa un sistema de reparto de cuentas ‘nocionales’, mediante el cual se otorgan pensiones en proporción a las cotizaciones individuales realizadas durante la vida laboral, y ajustadas al nivel de la esperanza de vida de cada cohorte de jubilados”.

América Latina enfrenta además el desafío de combatir la desigualdad desde una temprana edad para evitar que esa inequidad se profundice con un gran número de personas mayores en la pobreza.

Y otro elemento importante, según Bravo, es promover la educación continua.

“La educación de por vida, desde la educación preescolar hasta la capacitación continua durante la vida laboral es esencial, especialmente en las sociedades modernas caracterizadas por el progresivo envejecimiento demográfico y el rápido progreso científico y técnico, que requiere constante actualización de conocimientos y habilidades, y al mismo tiempo permite a muchas personas trabajar hasta edades mayores”, señaló Bravo.

“Entre los programas que han tenido cierto éxito que pueden ser de interés general son, primeramente, el programa de capacitación y formación profesional del Instituto Nacional de Aprendizaje de Costa Rica, que apunta a mejorar las condiciones de trabajo de personas de distintas edades que buscan trabajo o se desempeñan ya en distintos sectores de la economía, compatibilizando dicha formación con las necesidades de las empresas productivas y de servicios”.

Carga y oportunidad

El envejecimiento de las poblaciones es según el informe de la ONU no solo un desafío sino también una oportunidad para el bienestar personal y el desarrollo económico y social.

Bravo recuerda que el envejecimiento demográfico es producido por dos tendencias sumamente positivas para la humanidad: la mejora de las condiciones de salud y de sobrevivencia hasta edades cada vez más avanzadas, y la ampliación del ejercicio de los derechos reproductivos para decidir cuándo y cuántos hijos tener.

El experto agrega que durante la fase intermedia del proceso de envejecimiento, en la que se encuentran los países de América Latina y que puede durar varias décadas, se produce lo que se conoce como un “dividendo demográfico”.

En otras palabras, un país en el que el número de personas jóvenes aumenta y la fecundidad va disminuyendo puede beneficiarse en esa fase de un incremento de la población activa respecto al número de personas a cargo, lo que permite liberar recursos para inversiones en capital humano o físico.

El número de personas de 65 años o más en todo el mundo se duplicará durante las próximas tres décadas y alcanzará 1.600 millones en 2050.

Bravo destaca que si los gobiernos adoptan políticas para ampliar esas inversiones y las oportunidades de trabajo decente para hombres y mujeres de todas las edades, “se pueden reducir las desigualdades socioeconómicas y potenciarse el impulso inicial del dividendo demográfico”.

A nivel global, el cambio hacia poblaciones de mayor edad “es en gran medida irreversible”, según el informe de Naciones Unidas. Pero su impacto dependerá de las acciones que tomen los gobiernos ahora.

Con planificación adecuada, destaca la ONU, los países pueden afrontar los desafíos del envejecimiento y al mismo tiempo mejorar las oportunidades de prosperar para sus habitantes.

Sin embargo, postergar las medidas necesarias para adaptarse al envejecimiento de la población “impondrá altos costos económicos y relacionados con la salud a generaciones actuales y futuras”.

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