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David Goldbaum Valenzuela: el informador

Hacia 1880, el gobierno zarista de Rusia, profundamente antisemita, había dado carta libre para la persecución de los judíos. Los pogromos o cacerías masivas de judíos estaban al orden del día en vastas regiones de la Europa del este, lo que trajo como consecuencia la emigración de cientos de miles de judíos al resto de Europa primero y más tarde rumbo al continente americano.

Hacia 1880, el gobierno zarista de Rusia, profundamente antisemita, había dado carta libre para la persecución de los judíos. Los pogromos o cacerías masivas de judíos estaban al orden del día en vastas regiones de la Europa del este, lo que trajo como consecuencia la emigración de cientos de miles de judíos al resto de Europa primero y más tarde rumbo al continente americano. Hacia 1884, con el inicio de operaciones de la International Company of México en Baja California, especialmente en el área del puerto de Ensenada, se comenzaron a vender tierras con fines comerciales, de minería y de vivienda. Muchos de los refugiados judíos vieron entonces una oportunidad para rehacer sus vidas y las de sus familiares en esta región del mundo. Es cierto que el primer colono de origen judío, Luis Mendelson, había tomado residencia en la entidad desde 1871, pero los desarrollos creados por las nuevas compañías deslindadoras de terrenos atrajeron a muchos colonos —chinos, molokans, japoneses, libaneses, españoles, estadounidenses, británicos e italianos— que vieron en Baja California una tabla de salvación, una especie de tierra prometida al estilo del viejo oeste.

En este contexto hace su aparición David Goldbaum, quien sería en palabras de Norman B. Stern de su libro Baja California. Jewish Refugee and Homeland (1973), una de las figuras más destacadas de la historia peninsular. Hijo de judíos prusianos (región que hoy es parte de Polonia, pero que en numerosas ocasiones formó parte de Alemania), Goldbaum nació el 28 de junio de 1858 en la costa del Pacífico mexicano. Según los estudiosos, pudo haber nacido en Mazatlán, Sinaloa o en el puerto de San Blas, en Nayarit: “como niño fue secuestrado por un bandido mexicano y fue soltado cuando su padre, Luis Goldbaum, pagó el rescate exigido por sus captores. Su familia lo mandó a estudiar a San Francisco, California, en una escuela militar privada para evitar un nuevo secuestro. Estudió en la Colorado School of Mines y en 1881 se casó con Carmen Padilla Díaz, de Mazatlán, con quien tuvo seis hijos. Hacia 1884, David Goldbaum y su familia habían tomado residencia a Ensenada”. Sus habilidades de traductor al español y al inglés y su conocimiento de minas y yacimientos, lo hicieron pronto presencia imprescindible y ocupó el puesto de asistente del comisionado de Minas del Distrito Norte de la Baja California.

Se volvió un prospector de minas y en pocos años tuvo varias minas en posesión, pero eso no fue todo. Hacia fines del siglo XIX, don David ya era un recolector de hacienda, lo que provocó que su sola presencia fuera causa de malestares, sustos y disgustos.

Es necesario señalar, como lo indica el historiador Marco Antonio Samaniego en Ensenada: nuevas aportaciones para su historia (1999), que “Goldbaum tenía larga trayectoria como empleado de la Compañía Inglesa, colaborador de los diferentes gobiernos desde principios de siglo, y era considerado como el que mejor conocía todo el municipio de Ensenada, ya que lo había recorrido en varias ocasiones haciendo estudios de sus diferentes zonas. Sus informes acerca de la colonia Carlos Pacheco (1917), de las poblaciones de Baja California (1918), y de los grupos indígenas (1918), se han convertido, con el transcurso de los años, en obras de consulta obligatoria para conocer la Ensenada de fines del siglo XIX y principios del XX”.

July Bendímez, antropóloga bajacaliforniana, ha dicho que el informe de Goldbaum sobre los grupos indígenas ha servido para que los etnógrafos puedan ver que los indígenas bajacalifornianos: “se dedicaban a la agricultura y la cría de animales domésticos; elaboraban casas de palo parado - un estilo de vivienda adquirido de la población no indígena-; en su mayoría no sabían leer ni escribir, y en algunos casos o tal vez en todos, aún practicaban la recolección de plantas comestibles y de alimentos como la miel.” Goldbaum falleció en el puerto de San Diego, California, en 1930. Al morir, David Goldbaum ya era un bajacaliforniano a plenitud, es decir, un ciudadano universal. Con los años, sus informes se fueron filtrando a la imprenta: algunos de ellos, como el dedicado a la compañía inglesa y el de los grupos indígenas de la Baja California los publicaría Adalberto Walther en la revista Calafia, mientras que su informe sobre las poblaciones del Distrito Norte se traduciría al inglés y sería publicados como libro, en 1971, bajo el título de Towns of Baja California. Sus informes son hoy parte esencial de nuestro patrimonio histórico.

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