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“Quien quiera paz, que se prepare para la guerra”.Vegecio

“Quien quiera paz, que se prepare para la guerra”.

Vegecio

Lo acontecido el jueves pasado en Culiacán, Sinaloa fue el colofón de una semana negra en materia de seguridad para México, con incidentes previos  en Aguililla, Iguala, Acámbaro y Nuevo Laredo.

En Culiacán, las autoridades primero declararon un encuentro casual, y que desde una casa les habían comenzado a disparar, explicación poco creíble porque difícilmente un grupo delictivo, custodiando un líder de cártel, va a iniciar un enfrentamiento a menos que sean previamente atacados.

Las redes sociales hablan de una situación diferente. Mencionan al líder lo detuvieron en un restaurante, lo llevaron a la fiscalía y fue ahí donde se inició el enfrentamiento.

En cualquiera de las historias, es obvio las fuerzas armadas que ejecutaron la detención y posterior  liberación no entendieron la magnitud del reto, obviando anticipar  la respuesta obtenida.

Detener a un líder criminal en su propio terreno requiere de verdaderas tácticas de guerra. El cártel sí las tenía atacando los puntos débiles del adversario: bloquearon carreteras y aeropuerto para detener posibles refuerzos, aterrorizando al mismo tiempo a ciudadanos y tomando de rehén a familiares de soldados, todo de manera conjunta e inmediata, dejando a nuestros elementos  sorprendidos y desbordados.

El objetivo no tenía orden de aprehensión en México, y entendiendo que no era prófugo de la justicia mexicana, se justificaría aún menos que ellos hubieran iniciado el ataque. Posteriores declaraciones confirman que la detención era con fines de extradición,  por lo cual se entiende mejor la respuesta virulenta por parte de los criminales.

Finalmente, en nuestra opinión la decisión de liberar al objetivo fue la estrategia adecuada. Se evitó la pérdida de muchas vidas. Sin embargo, la imagen de nuestras fuerzas armadas, gobierno federal y del país quedaron sumamente deterioradas, mencionando a México como un estado fallido.

El uso legítimo de la fuerza debe ser un derecho irrenunciable del gobierno, siempre acompañado de los protocolos para preservar la seguridad ciudadana cuando se presenten estos acontecimientos. Es obvio que las fuerzas policiacas no estaban coordinadas ni existían los protocolos adecuados de actuación, algo difícil de entender por toda la experiencia previa acumulada.

Desafortunadamente los acontecimientos mencionados y el incremento de la incidencia delictiva en todo el país indican claramente la estrategia de seguridad no está funcionando.

Igualmente, por sus explicaciones y expresiones es claro que el gobierno federal no reconoce adecuadamente la magnitud del problema. México ya vive un estado sangriento donde los homicidios y la impunidad criminal están cada día más presentes.

El gabinete de seguridad debe una explicación clara de los hechos, un diagnóstico de lo que falló, y la garantía de protocolos de actuación y capacidad de respuesta ante hechos similares. Esto aplica particularmente en el asesinato de los trece policías en Michoacán y lo sucedido en Culiacán, estos eventos nunca deben volver a suceder.

El presidente López Obrador debe reconocer el problema de la inseguridad en su justa dimensión, reevaluar su estrategia de pacificación, y hacer los ajustes adecuados en su gabinete de seguridad para garantizar la seguridad de todos los mexicanos, incluyendo el uso legítimo de la fuerza.

Finalmente, debemos estar muy preocupados por lo que le está sucediendo a las fuerzas armadas. Ellos son el último bastión en materia de seguridad que nos queda en este país.

* El autor es presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública del Estado.

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