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Gobiernos extraviados

Andan perdidos. Ya no gobiernan para todos.

Andan perdidos. Ya no gobiernan para todos. Lo hacen solo para los suyos. Administran la necesidad, reparten migajas para sumar adeptos y a fuerza de repetir sus mentiras en su credo mañanero, confían en que las redes sociales, sus seguidores y bots, las volverán verdades.

Son gobiernos de locura, alimentados con odio, frustración, rencor y rabia acumulados.

Pero no quieren convencerse de que una gran mayoría de mexicanos empiezan a desconfiar y perder la esperanza en la transformación prometida. Se están dando cuenta que, en verdad, no son iguales. Que son peores. Y esa desconfianza estaría marcando su camino al basurero de la historia. Esa mayoría, silente tradicional, ha empezado a levantar la voz y a tomar las calles para demostrar su inconformidad.

Apenas el pasado domingo lo hicieron a favor del Instituto Nacional Electoral y en defensa de nuestra democracia, no de los consejeros y su presidente Lorenzo Córdova, de su privilegios y sueldos, como perversamente acusa el presidente López Obrador y repiten sus corifeos. Pronto, seguramente lo harán para exigir mayor seguridad o frenar la escalada de precios, exigir juicios políticos y cárcel para funcionarios corruptos. La calle es nuevamente de todos, no propiedad exclusiva del presidente y sus incondicionales súbditos.

López Obrador ha perdido el rumbo y la razón. Cuatro años después de haber asumido la presidencia de la república y generar la esperanza de que, ahora sí, México se encaminaba a la justicia social, a la reconciliación mediante el diálogo y la apertura permanente, a la transparencia y honestidad, los resultados han sido un verdadero desastre para el país y los mexicanos.

López Obrador, como sus gobernadores, senadores, diputados, alcaldes y hasta regidores, ponen, imponen y disponen. Insultan, agreden, ofenden, retan y luego se victimizan. Unos más y otros menos, pero es el patrón en la conducta de esta nueva forma de hacer política de quienes, dicen, gobiernan para todos.

Y todo ese rencor y rabia se contagian, polarizando a una sociedad que comienza, insisto, a cansarse de un gobierno que ha encontrado en la división la operación matemática perfecta para intentar perpetuarse en el poder. Por eso se mientan la madre todos.

El “con todo respeto” se ha convertido en una muletilla con la que se adelanta una andanada de calificativos en contra de todos aquellos que no están con él y su proclama política. Periodistas, empresarios y clasemedieros, sacerdotes, ministros de culto, expresidentes, entre otros, son llamados aspiracionistas, cínicos, desvergonzados, corruptos, ladrones, hipócritas, racistas, clasistas, chayoteros, ladinos, desclasados, lambiscones, achichincles, despistados, señoritingos, peleles, ladinos, títeres, puchos, ternuritas, mafiosos, pirrurris, fresas. La furia en la lengua.

La rabia le impide intentar gobernar al menos el último tercio de su gobierno. Su mirada y la de sus súbditos está puesta en mantener el poder a costa de lo que sea, incluyendo la unidad de los mexicanos. Ya no somos los del Norte contra los del Sur, los del Bajío contra los de la Costa, los de Hermosillo contra Obregón o de Mexicali contra Tijuana. Ahora, además, es de ricos contra pobres, fifís contra chairos, aspiracionistas contra conformistas, lopezobradoristas contra todos aquéllos que no estén con él, incluyendo morenistas e izquierdistas moderados.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador está extraviado. No tiene rumbo y quizás nunca lo ha tenido. Su brújula ha sido el odio, la frustración, el rencor, la venganza. Su nave, la presidencia. Una presidencia que lastima y da lástima, que denigra y confronta, que divide y resta.

Lo peor es que los gobiernos estatales han puesto su corazón en ese faro. A él le apuestan y a él se suman, negándose a escuchar, convenientemente, el ruido que crece y que seguramente seguirá elevando sus decibeles conforme se acerque el final de la actual administración federal. También han dejado de escuchar las quejas y reclamos de la gente y solo prestan oídos a los halagos de incondicionales, lambiscones y beneficiados con los programas sociales.

El poder los ha extraviado. Es la única transformación que en su cuarto informe y su Gran Marcha del Ardor, López Obrador, sus gobernadores, senadores, diputados, alcaldes y liderazgos de Morena, podrán presumir en su domingo de desagravio. Amor, con amor se paga.

*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios

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