La crisis de la verdad
La democracia se encuentra bajo asedio; no me refiero solo a la democracia procedimental, electoral, sino a la sustantiva que requiere la participación informada de la ciudadanía.
La democracia se encuentra bajo asedio; no me refiero solo a la democracia procedimental, electoral, sino a la sustantiva que requiere la participación informada de la ciudadanía. En democracia se persigue que los ciudadanos participen no sólo votando, sino en diferentes ámbitos de la vida social. Se trata de actos de construcción comunitaria a través de un ejercicio permanente de comunicación consciente, informada.
Para el filósofo sudcoreano de la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han, la principal amenaza para la democracia es la infocracia. El primado de los datos sobre la explicación y la narrativa de la realidad. Dice el profesor: “La digitalización del mundo en que vivimos avanza inexorable. Somete nuestra percepción, nuestra relación con el mundo y nuestra convivencia a un cambio radical. Nos sentimos aturdidos por el frenesí comunicativo e informativo. El tsunami de información desata fuerzas destructivas. Entretanto, se ha apoderado también de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia”. (La infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia, Taurus, 2022).
En una fase anterior fue el primado de la imagen a través de la televisión, en la que lo que no era captado por una cámara no existía. La palabra escrita y la comunicación oral y directa cedió su lugar a las imágenes de los periodistas que construían historias y contaban una versión unilateral de los hechos. Fue la fase de la telecracia, que tan bien estudió el politólogo italiano Giovanni Sartori en su obra Homo Videns. Hoy, lo que vivimos es una multiplicación de notas, información fragmentada adictiva que fue posible gracias, entre otros medios, al Smartphone. Cada vez más se impone la mentira sobre la verdad. O más bien, las redes se saturan de mentiras y de Fake News, que es la información que más se reproduce.
Lo que se logra con el imperio del dato y la información es un individuo que responde a un modelo creado a través de algoritmos. No importa la acción comunicativa creadora de comunidad. Dice Byung-Chul Han: “La comunicación digital provoca una reestructuración del flujo de información, lo cual tiene un efecto destructivo en el proceso democrático. La información se difunde sin pasar por el espacio público. Se produce en espacios privados y a espacios privados se envía. La red no forma una esfera pública. Los medios sociales amplían esta comunicación sin comunidad. Ningún público político puede formarse a partir de influencers y followers”.
Vivimos así una democracia factual construida con mentiras, sin comunidad. Es el reino del algoritmo en el que los partidos y los políticos son modelados por enjambres de bots. La verdad no interesa, sino la manipulación del individuo privado. Es el peor escenario para la democracia sustantiva. Así, pasamos de la telecracia a la infocracia.
Eso explica que ignorantes y bufones hayan llegado a ocupar cargos de representación política. O que charlatanes se ostenten como comentócratas y periodistas. Las mentiras y las Fake News venden y son útiles para denostar y para ganar elecciones. La verdad no importa pues no es atractiva; el negocio está en las mentiras. Han moldeado a tantas personas que organizaciones empresariales contratan a estos charlatanes para que les vayan a dar su show. Pagan para que les reafirmen en sus creencias y prejuicios. No necesitan explicaciones, solo dogmas.
“En la sociedad de la información (…) la verdad no va a ninguna parte. Se pierde en el ruido de la información. La verdad se desintegra en polvo informativo arrastrado por el viento digital. La verdad habrá sido un episodio breve”. Es mínimo el espacio para el optimismo democrático.
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