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Los programas sociales son una desgracia

Muchas veces pienso en que es una irresponsabilidad del gobierno actual (y de los pasados que también lo hicieron) regalar el recurso público a los más pobres y a otros que no lo son tanto.

Muchas veces pienso en que es una irresponsabilidad del gobierno actual (y de los pasados que también lo hicieron) regalar el recurso público a los más pobres y a otros que no lo son tanto.

Los mal llamados programas “sociales” algunos elevados (pomposamente) a rango constitucional, no han servido para disminuir la pobreza en México.

Teóricamente para ello se implementan: para ayudar a la gente a que salga de la pobreza alimentaria principalmente y, dados los datos del propio gobierno, durante la administración del Presidente López ¡ha aumentado el número de pobres en todas sus categorías!

El Gobierno dice que nunca se había llegado a tantas personas con apoyos sociales, pero el INEGI lo desmiente enfáticamente. Como sea, para el Presidente de “los otros datos”, 50% de las familias reciben algún tipo de apoyo (incluida la mía, por cierto), pero la realidad es que ese dinero que, si bien sirve para aliviar las necesidades del día, no ayuda en nada al ciudadano a salir de sus bajos niveles económicos. No en el mediano y largo plazo. Es una limosna para comer, no un trabajo para salir adelante.

Eso sí, el componente político es altísimo: según una encuesta de un diario nacional, el 70% de los votos obtenidos por el partido en el poder en la pasada elección de gobernadores, proviene de los beneficiarios de los programas sociales y de los adultos mayores de 50 años. (¡Cuantos testimonios tenemos de personas que les han metido el miedo de que se les acabarán los apoyos si no votan por Morena!)

Pero ese no es el punto a discutir, sino la necesidad de hacer un buen uso del recurso público para lo único que debería importar: vivir en paz y con condiciones idóneas para crecer como personas.

A la luz de este objetivo, las cosas están de la fregada. Más pobres, más desorden, más violencia, más regulación innecesaria, más cobro de piso a comerciantes, más corrupción gubernamental, menos eficiencia en los programas de desarrollo, en resumen, un pequeño desastre.

Estoy a favor de apoyar en forma temporal a familias y personas (incluidos adultos mayores) que requieran un subsidio del gobierno para aliviar sus necesidades inmediatas, pero estoy en contra de hacerlo en forma permanente, sin control y sin supervisión de resultados de dicho apoyo, familia por familia, persona por persona.

Por eso afirmo que los programas sociales han sido una desgracia. No han servido para lo que fueron planteados y ese dinero bien pudo aplicarse en crear condiciones para el desarrollo de infraestructura y orden para el crecimiento del empleo en todos los ámbitos de la economía.

A mi me pueden tachar de neoliberal, fifí o cualquiera de esas tonterías que dicen los personeros del gobierno, pero no me pueden refutar una verdad elemental: hoy no estamos mejor que antes en ningún rubro y, lo de peor de todo, tampoco se vislumbra que lo estaremos en el futuro cercano.

La más reciente encuesta del INEGI sobre el empleo lo dice: 50% del país piensa que estaremos peor que hace 12 meses y solo un 15% considera que estaremos mejor. El resto ve todo igual. Que preocupante.

¿Que estamos haciendo como ciudadanos para evitar ésta colisión que se avecina? Estamos siendo testigos mudos de errores que se acumulan en todos los ámbitos de gobierno. Ya veremos cómo se nos estrella el huevo en la cara en poco tiempo, creo yo. Ojalá me equivoque.

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