La dramática caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria: Un cambio histórico
En una ofensiva liderada por el grupo rebelde Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el régimen de Bashar al-Assad en Siria colapsó tras perder el control de ciudades clave como Alepo, Hama, Homs y Damasco.
El régimen de Bashar al-Assad en Siria colapsó tras una ofensiva rebelde liderada por el grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Durante diez días, las fuerzas opositoras capturaron Alepo, el centro económico del país, y avanzaron rápidamente hacia el sur, tomando Hama, Homs y finalmente Damasco. Este colapso, que marcó el fin del régimen de 54 años liderado por los Assad, tiene raíces profundas en la historia política y militar de Siria.
El inicio de un conflicto que cambió el destino de Siria
El régimen autocrático de Hafez al-Assad (1970-2000) se caracterizó por una estrategia de “larga respiración”, basada en alianzas pragmáticas con diversos grupos estatales y no estatales. Este enfoque buscaba mantener el control mediante beneficios a minorías, como los alauitas, y concesiones a sectores sunnitas y cristianos. Cuando Bashar al-Assad asumió el poder en el 2000, continuó esta política, pero implementó reformas económicas que generaron grupos paramilitares leales, muchas veces liderados por la élite empresarial.
En marzo de 2011, las protestas de la Primavera Árabe llegaron a Siria. La represión violenta del régimen desató una guerra civil de 14 años que devastó al país y fragmentó su estructura militar y política.
La intervención extranjera y el debilitamiento interno
La entrada de Rusia en el conflicto en 2015 trajo nuevas dinámicas. Moscú exigió una estructura militar unificada, lo que llevó a la absorción de milicias locales en el ejército sirio. Esto resultó en la creación de los Cuerpos Cuarto y Quinto, bajo influencia rusa. Sin embargo, estas milicias mantenían su autonomía y operaban con impunidad, debilitando el control central del régimen.
Además, los acuerdos de reconciliación entre 2016 y 2018, impulsados por Rusia e Irán, integraron a exrebeldes en las fuerzas armadas, generando una situación de seguridad precaria. Estos grupos continuaron protegiendo sus comunidades locales y obstaculizando el ingreso del ejército sirio a ciertas regiones.
El colapso del régimen fue facilitado por múltiples factores: el ejército estaba fracturado, los soldados carecían de recursos y moral, y la corrupción debilitaba la estructura estatal.
El ascenso de una “oposición estatal”
Desde 2020, la disminución de combates permitió a los grupos opositores consolidar sus estructuras. HTS, el Ejército Nacional Sirio y las fuerzas kurdas desarrollaron sistemas de gobernanza que ofrecían servicios básicos a millones de personas en el norte de Siria. Estos grupos establecieron ministerios, registros civiles y sistemas de administración pública, creando lo que algunos consideran un “estado en espera”.
HTS, anteriormente vinculado a Al-Qaeda, ha mostrado signos de transformación. Su líder, Abu Mohammad al-Jolani (ahora Ahmed al-Sharaa), ha propuesto disolver el grupo en favor de una estructura más inclusiva. Entre sus primeras acciones estuvo la liberación de prisioneros del régimen de Assad y la redistribución de recursos, medidas simbólicas que buscan ganar la confianza de la población.
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Un nuevo capítulo para Siria y el mundo árabe
La caída del régimen de Assad marca un punto de inflexión en la historia de Siria. El colapso de una dictadura basada en la represión y el culto a la personalidad abre la puerta a un futuro incierto pero esperanzador. Este cambio es un recordatorio para otros pueblos que viven bajo regímenes autoritarios de que la transformación es posible.
El lema de las protestas de 2011, “¡Dignidad, libertad, pan!”, resuena con fuerza en este nuevo capítulo para Siria. Sin embargo, el camino hacia una paz duradera y una gobernanza efectiva está lleno de desafíos, y el mundo observará de cerca cómo los actores políticos y sociales moldean el futuro del país.
Artículo original publicado en The Conversation
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