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Diálogos diversos

Lo que hoy llaman “unidad” los dirigentes nacionales y cúpulas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) es, a mi parecer, una versión mal elaborada de lo que fue en su momento el pensamiento del fundador de ese instituto político. En septiembre de 1928, cuando Plutarco Elías Calles pronunciaba en uno de sus discursos “No procedería yo honradamente si no insistiera sobre los peligros de todo orden que pueden resultar de la desunión de la familia revolucionaria…” se refería (me señala un experto en el tema) al enorme proyecto político que impulsaba y todo lo que implicaba si no se podía contar con la mayoría de los simpatizantes del movimiento social revolucionario. De inicio se sabía que intentar dar civilidad, orden, sentido, a los grupos políticos apasionados y desbordados que se encontraban dispersos, en la idea de dar institucionalidad a un País, requería como mínimo pensar en estar unidos. Y el tiempo le dio la razón, es cierto, todo se dio entre traiciones, muertes, agravios, que al pasar de los años se fueron acomodando entre década y década hasta alcanzar los llamados tiempos actuales, y por supuesto, al nuevo siglo. Reitero que ocho décadas después, la idea de “unidad” en ese partido político se antoja distinta al origen. Ahora ya no queda nada de la familia revolucionaria pues es asunto del viejo México. Ahora es más visible ver a figuras poderosas, a políticos decisores, personajes encumbrados que han logrado construir un capital político altamente valorado entre los simpatizantes de ese partido al grado de que la idea de disciplina que también en el pasado fue mejor, ahora significa, que la mayoría de la militancia asimile y se resigne a lo que arriba dicen. De esa forma, lo que ahora esos grupos de poderosos piensan sobre la idea de “unidad” más bien se refiere al formato rígido escrito en los manuales de elecciones sobre cómo ganar procesos electorales, o más bien, cómo volver al poder, y para ellos calculan, razonan, redondean ideas para tomar la decisión de decirle a la militancia: “nos hemos decidido por….y eso conlleva a la unidad”. Y así estalla el júbilo en un sector de militantes, el sentimiento de impotencia en otros sectores, y al final aquella idea de “unidad” es forzada al grado de que el método de selección revive el pasado, da cuenta de lo que realmente es ese partido político en cuanto a democracia interna, y en las horas siguientes se intenta posicionar de manera ficticia el sentido democrático de lo que se supone un partido político debe proponer cuando busca regresar al poder. Nada tan penoso como volver al pasado para jugar con los esquemas que funcionaron cuando el PRI era hegemónico (“ganaba todo, y si no ganaba arrebataba” decían algunos estudiosos del tema). Nada democrático (tal como lo vemos en el partido que hoy gobierna a Sonora y en los tristemente llamados partidos de izquierda y demás sucursales) como para hacer señalamientos vinculantes a que la democracia interna es la madre de todas las batallas. Lo que observamos, muchos votantes independientes (entre los que me encuentro), sobre los procesos de designación que se están llevando a cabo nos genera más dudas que certeza sobre lo que viene, y no por las personas que son designadas (eso no nos compete) más bien por la forma y el procedimiento que se suponía eran asuntos del pasado. Una pregunta que puede sintetizar el proceso de designación del PRI en Sonora es ¿qué tan perfecto o imperfecto fue el proceso de designación? Si los cálculos que hicieron los notables y encumbrados personajes de ese instituto político al momento de tomar la decisión fue de una real suma de voluntades de todos los sectores que conforman a ese partido en la entidad entonces el resultado electoral les dará la razón. Sin embargo, en 2009 tuvieron una amarga experiencia cuando la designación también fue controlada por un “gran elector local” al grado de que los resultados todos los sabemos. En otras palabras, no queda claro que en tiempos de alta competitividad electoral (márgenes electorales cerrados) las designaciones centralizadas sean garantía de “unidad” y principalmente de resultados favorables. Por ese motivo, sin duda, el método importa. En este caso se trata de un procedimiento que si hacemos caso a la propuesta de Rahat y Hazan (2001) cuando se hicieron la pregunta ¿por qué estudiar los métodos de selección de candidatos?, lo que vimos en esta semana es un proceso que se aleja de la inclusión y, aunque los lideres priistas señalen lo contrario, se excluye demasiado a la militancia, a los simpatizantes, y por qué no a muchos votantes independientes. Por eso, todavía no se ve por ningún lado que el sistema de partidos tenga cambios significativos. El tiempo también le ha venido dando la razón a don Gabriel Zaid y aquellos viejos análisis que hacía sobre el PRI. Así las cosas.

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