Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / notamigracion

Diálogos diversos

En estos días se aboga por el descanso, la meditación, e incluso el concepto de reflexión es el componente principal de la Semana Mayor. Para muchos la acción de reflexionar es solamente una palabra más del diccionario dado que el mundo desbocado nos lleva por caminos pragmáticos, plagados de decisiones rápidas, escogencias inmediatas, pensamientos veloces, y en muy contadas ocasiones nos detenemos a considerar con detenimiento y cuidado alguna cosa o asunto relativamente importante. El extremo es cuando decidimos sobre un tema y juramos que nos hemos detenido bastante tiempo reflexionando sobre ese asunto que quizá es crucial en nuestra vida pero que al final de cuentas nos percatamos que la decisión tomada fue tan rápida que no nos dimos cuenta de ello. Por otra parte, también para muchos otros la reflexión es parte de la vida, una virtud como pocas que ilustra el camino a seguir cuando el mundo que corre de prisa nos empuja a tomar decisiones rápidas. Por eso pienso que estos días de descanso también pueden servir para sentarnos a escribir el mapa de la situación que prevalece en la entidad, construir el esquema que nos pueda servir de guía para entender que algo podemos hacer para conocer mejor qué está en juego, algo que vaya más allá de la importancia de una elección de Gobernador o de la renovación de un Congreso local o las alcaldías. Es decir, soy de la idea de que el próximo junio los ciudadanos tenemos un reto que rebasa a las elecciones que de por sí son ordinarias, aburridas, lentas, sin nada que las haga brillar, pese a que el año pasado se aprobó lo que supuestamente es la madre de todas las reformas electorales. Por eso no en vano una gran cantidad de ciudadanos, por decir lo menos, se pregunta por las alternativas o marcas que están en juego, otros más se preguntan por las propuestas de Gobierno que realmente tienen posibilidad de ser operacionalizadas y aterrizadas en políticas públicas, y otros más también han indagado sobre el efecto de anular el voto ante dos opciones partidistas fuertemente cuestionadas a nivel nacional y local. En este último caso ¿Qué hacer? ¿Cómo resolver el dilema de anular el voto o no? ¿Cómo dar una lección a la partidocracia mexicana que hoy es más un gran negocio y menos un instrumento de transformación del sistema político? Los antecedentes refieren que al menos en las últimas dos elecciones de Gobernador los datos sobre el voto nulo son los siguientes: En 2003 el total de votos anulados fue de 14 mil 911. De los 21 distritos electorales, en los que más se anularon votos fue en el distrito XV de Guaymas con 1,594 y le siguió el distrito XIX de Navojoa con 1,411. En las elecciones de 2009 se contabilizaron oficialmente 29 mil 331 votos nulos. El distrito con mayor número fue el IX de Hermosillo Centro con 2, 117 y después el distrito XX de Etchojoa con 1,901. Busqué en la página del Instituto Electoral la información para 1997 y la memoria que se presenta no ofrece los datos sobre el número de votos nulos, para las elecciones de 1991 solamente se presenta la información que alguna vez, por allá en 1999, le compartí de mis archivos al entonces Consejo Estatal Electoral y en la que se ilustra el número de votos que obtuvieron los seis partidos políticos que contendieron. Bajo esa idea, lo que podemos observar en los datos es que de 2003 a 2009 el número de votos nulos se ha incrementado. No podemos estar seguros, dado la falta de los datos de las elecciones anteriores, si en esta elección de 2015 el número de votos se va a incrementar aunque hay muchas voces de desencanto, el mismo Instituto Nacional Electoral ha ventilado la falta de interés de los ciudadanos que han salido insaculados para ser funcionarios de casilla, y las encuestas públicas que se han dado a conocer hablan de porcentajes altos de ciudadanos indecisos (entre los que me encuentro), de los cuales es probable un número importante de ellos no acudan a las urnas. Por lo mismo, toman sentido las preguntas planteadas líneas atrás. Sobre eso hay que decir que es cierto el señalamiento de aquellos que piensan que anular el voto es dar una lección a la partidocracia, también de que es importante que sepan los partidos políticos que el significado de anular el voto implica aglutinar un número grande de ciudadanos que están hartos de los políticos y los partidos y que ellos (los partidos) deben saberlo; las otras voces que hablan de que anular el voto impacta directamente en las prerrogativas y en la configuración de los diputados de representación proporcional también son válidas. La respuesta que en mi opinión puedo ofrecer para cada una de ellas es que cada quien debe seguir valorando el voto desde el interior de su “racionalidad”, “preferencias”, “libertad”, y si después de que su reflexión los lleva a la decisión de anular el voto, adelante. Pero esa decisión debe ser bien sustentada porque sin duda se trata de un paso muy atractivo que habla de que conocemos un poco más sobre nuestro contexto político, que se trata de un segmento de ciudadanos que desde esa acción están participando de otra manera: Comprendiendo mejor el contexto y dando cuenta que la clase política merece algún tipo de castigo.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados