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Diálogos diversos

El periodista Jorge Zepeda Patterson (EL IMPARCIAL 05/04/2015) ha retomado con elegancia algunos de los argumentos esbozados por Dean Burnnet, doctor en Neurociencia, y colaborador del periódico inglés The Guardian, sobre el tema que se entrecruza entre la democracia y la sicología (y seguramente otras disciplinas): El éxito en las urnas de algunos políticos que son poco inteligentes. Se trata de un tema controversial debido a que el tema de si alguien es poco inteligente o muy inteligente da pie a múltiples formas de plantear el asunto y también a la necesidad de retomar y analizar la forma en que los argumentos científicos sostienen sobre quién es brillante o inteligente o no lo es. En el transcurrir de la vida, sabemos, y no hay que ser sociólogo para entender el tema, un segmento importante de individuos reaccionan poniéndose metas. Alcanzarlas o no depende, según alguna literatura, de habilidades asociadas a la inteligencia que se posee. Otra literatura señala lo contrario y sostiene que el éxito personal está asociado a otro tipo de factores que no necesariamente depende de alcanzar altos puntajes en un test de inteligencia. Hubo un tiempo, cuando Daniel Goleman (y quizá tiempo atrás) publicó el libro sobre inteligencia emocional, que el tema del cociente intelectual empezó a contender con otra forma de entender el éxito en la vida de las personas y por supuesto de un tema más amplio sobre los factores que explican ese éxito. La política pragmática es tierra fértil para analizar ese tema tal como lo intenta hacer Dean Burnnet. No en vano su artículo “Democracy v Psychology: Why people keep electing idiots” inicia con la idea de que “hacer o decir cosas sin inteligencia no es una barrera para el éxito político”. Por lo mismo, considero que más allá de ver en qué lugares podemos encontrar referencias y pruebas fehacientes que aplican para validar los argumentos que sostiene este experto en Neurociencia y Siquiatría, el análisis que brinda sobre por qué idiotas aparentes son elegidos es de por sí una gran aportación a varias disciplinas que no tienen elementos ni condiciones para analizar comportamientos humanos con tal rigurosidad. Por ejemplo, la Ciencia Política trabaja con más de una paradoja asociada a los confusos resultados que se generan debido a comportamientos humanos “extraños” y diversos que se presentan en la arena política: ¿Qué significa un ganador Condorcet? ¿Cuándo se presenta un voto (ir)racional? y ejemplos de este tipo hay demasiados. Por eso quisiera insistir en que cuando un experto en el cerebro humano abona a los temas de política muchas disciplinas salen ganando porque hay una puerta más que se abre para discutir y reflexionar sobre temas complejos asociados a ciertos resultados que con nuestras herramientas no alcanzamos a comprender a fondo. Por ejemplo, siguiendo a Burnnet, es cierto que no todos los políticos son idiotas (usando su propia expresión). De un político inteligente estaríamos esperando mejores enfoques y mecanismos de solución a los problemas públicos, pero parece que están extraídos de demostraciones de habilidades. Entonces ¿una persona inteligente tiene que fingir estupidez para alcanzar el éxito político? ¿Qué pasa ahí? De eso está llena la arena política. Hay algunos procesos sicológicos que pueden contribuir a comprender este tema. Uno de ellos es que las personas confiadas son más convincentes. Por lo tanto la confianza que siente en sí mismo un político es importante en su trabajo. Sin embargo, el efecto Dunning-Kruger revela que las personas menos inteligentes suelen ser menos confiadas. Lo contrario, las personas más inteligentes no son confiadas en absoluto. Así que si se quiere a una persona demasiado segura para representar a un partido, una persona inteligente sería una mala elección de muchas maneras. Los estudios han demostrado que cuando una persona segura (poco inteligente) se descubre es mentirosa entonces se considera menos confiable que alguien inseguro (inteligente), y eso explica la imagen negativa en la política: “Individuos confiados en hacer grandes promesas y fallando miserablemente”. Por otra parte, una persona segura de sí dice que hay una solución sencilla o promete solución al problema público más complejo. Eso es atractivo, porque como señala la ley de Parkinson de la trivialidad, a mucha gente le gustan las cosas triviales, entonces, mucha gente poco inteligente se desboca por que algún político sugirió algunas soluciones tan triviales que se sabe no se cumplirán o bien son tan grandes como un elefante pero tan insignificantes para generar desarrollo o bienestar. En resumen, nos hace falta revisar con mayor detalle muchos comportamientos de los políticos, sobre todo los que la gente piensa son exitosos por que han logrado permanecer mucho en la política o porque ganan elecciones. Con la lectura de Burnett, pienso, podemos pasar a revisar las propuestas de campaña que están en marcha.

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