El fin del sexenio de 30 años
Sonora quiere volver a creer en sus funcionarios públicos, como confía ahora mismo en Andrés Manuel López Obrador, a quien aprueban tres de cada cuatro.
El escudo de Sonora se ha cubierto de democracia con la partida por la puerta trasera de los barones hegemónicos. No sólo dejan tristes cuentas en materia de finanzas, seguridad, derechos sociales, y un largo etcétera. Su mayor derrota es moral: La percepción generalizada de que la corrupción se apropió del aparato gubernamental y de que los funcionarios públicos sólo buscaron riqueza y fama expedita. Lo sintetizó Durazo en un discurso que pinta una raya justa y necesaria: “Nadie llorará su partida”.
Da inicio en Sonora una etapa llena de posibilidades y esperanza. El arranque de un Gobierno comprometido primero con los de abajo trae a escena nuevos discursos, personajes y causas antes en la sombra. Vendrá un giro en la política pública y en las formas de entender los grandes problemas estatales. Llega la hora de gobernar por y para el interés general y no como se venía haciendo: En clave corporativa al acecho de conexión presupuestal. Se respiran ya aires renovados.
Tomará tiempo cambiar de la noche a la mañana los hábitos cimentados en las últimas tres décadas. No es un secreto que hay cúpulas empresariales -que no representan a todas las empresas, menos a las modestas- que se alinearon en campaña con la alianza opositora y con el candidato del mensaje xenófobo. Pero para ellos también se abre una ventana de oportunidad autocrítica sobre la inconveniencia de tolerar la corrupción en todos los niveles como forma natural de hacer negocio de lo público. Eso se tiene que acabar ya.
La administración entrante tendrá que renovar a diario sus votos sociales. La torre de marfil institucional; los acuerdos cupulares donde se mercan favores a puerta cerrada y la lógica corporativista ya no son tolerados. Sonora quiere volver a creer en sus funcionarios públicos, como confía ahora mismo en Andrés Manuel López Obrador, a quien aprueban tres de cada cuatro: La congruencia y el compromiso pagan. Sonora implora un cambio verdadero donde la frase por el bien de todos, primero los pobres sea una filosofía del servicio público.
El pueblo y la voluntad colectiva construyen los grandes cambios históricos. El “pueblo” contra el “Antiguo Régimen” de la Revolución Francesa o la frase inicial constitucional “We the people of the United States...” recuerdan que el contrato social condensa un fin común que es más grande que la suma aritmética de las partes. Es el pueblo el que manda; es el pueblo el que quita y pone. En esa simple idea descansa la democracia. De ese sencillo acuerdo emanan las grandes gestas nacionales.
El pueblo inaugura así un tiempo de renovación en Sonora. La gente pide a gritos que se honre su voluntad. Repudiaría más de lo mismo; rechazaría el mismo rumbo de los últimos 30 años en que la entidad retrocedió en prácticamente todo indicador a escala nacional.
A los barones hegemónicos no les queda más que hacerse a un lado y no estorbar. Su turno ya fue. La oposición tendrá en todo caso mayor legitimidad con caras (auténticamente) frescas y mensajes (genuinamente) renovados. Que su derrota moral sirva de lección: Los privilegios del servicio público no compran reconocimiento popular al retiro.
La historia ya les juzga con dureza. Y a la otra cara le observa de cerca.
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