Ojo cuadrado
Se van a quedar con el ojo cuadrado, dijo la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, sobre los críticos del AIFA que hoy inaugurará el presidente López Obrador. Yo los invito a que visiten el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que con sus propios ojos se den cuenta de lo magnánimo de esa obra, lo impresionante, lo que costó, el tiempo que se llevó.
No sé si México necesitaba un aeropuerto magnánimo, lo cual significa de noble temperamento, con grandeza de espíritu, con generosidad, ni creo que sea una obra impresionante. El proyecto de Norman Foster para el aeropuerto de Texcoco, hoy destruido por el Gobierno, sí era impresionante, como sus aeropuertos de Beijing, Hong Kong, Jordania o Kuwait. El AIFA parece funcional, pero no logra el propósito de crear un centro de conexiones nacionales e internacionales.
La saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el AICM, era una oportunidad para construir ese hub que generara valor agregado. El AIFA no es pequeño: Abre con una capacidad de 190 mil operaciones o 19.5 millones de pasajeros anuales. No está mal; el AICM manejó 50 millones en 2019. El NAIM, que el Gobierno canceló a un costo oficial de 113 mil millones de pesos, habría tenido 70 millones en un principio, con la previsión de llegar a 140 millones, pero lo importante es que estaba diseñado para la conectividad. Habría competido como hub con los aeropuertos de Dallas, Houston, Atlanta y Miami, que se han visto afectados por las restricciones migratorias de Estados Unidos, y con el de Tocumen, Panamá, cuya expansión diseñó Foster. Habría generado un negocio muy rentable con miles de nuevos empleos. Por eso tenía una significativa inversión privada.
Fue Vicente Fox quien propuso tener tres aeropuertos para dar servicio a la Ciudad de México después de que un grupo de ejidatarios de San Salvador Atenco echó para atrás, con machetes, el proyecto original de Texcoco, sólo que en vez de Santa Lucía el tercer aeropuerto era el de Temixco, Morelos. El esquema no funcionó. Casi nadie quiso volar desde Morelos. Las autoridades obligaron a las nuevas aerolíneas, Volaris e Interjet, a utilizar Toluca, mientras protegían los slots del AICM para Mexicana y Aeroméxico. Tan pronto tuvieron oportunidad, las nuevas se mudaron a la Ciudad de México.
El Gobierno está obligando hoy a las líneas mexicanas a operar desde Santa Lucía. Lo logró primero con Volaris y VivaAerobús, que mandaron un par de vuelos cada una. A Aeroméxico, que había declinado, le torcieron el brazo para trasladar también algunos vuelos. Sólo una aerolínea internacional, Coviasa, del Gobierno venezolano, ha anunciado un vuelo a la semana. El AIFA no está certificado por ninguna agencia internacional.
Para llenar su aeropuerto, AMLO ha decretado una artificial saturación del AICM, pese a estar lejos de las cifras de 2019, y no permitirá nuevos vuelos. La Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA) del AICM se está usando para financiar el cierre del NAIM, lo cual se traduce en un penoso deterioro del AICM. Aun así, el AIFA sólo tiene unos cuantos vuelos. Es muy probable que termine tan vacío como el de Morelos.
¿Nos dejará el AIFA con el ojo cuadrado? Lo dudo. Ha sido muy caro, si se considera el costo de cierre del NAIM, pero sobre todo no crea un hub competitivo. Es un aeropuerto local más, un capricho del Presidente que los mexicanos tendremos que pagar.
Bloqueos
El 14 de marzo la Autopista del Sol fue bloqueada durante más de 10 horas. El 18 le tocó el turno a la México-Cuernavaca, más de cinco horas. Ante la indiferencia de las autoridades, cada vez es más incierto el uso de las carreteras del País.
En tres años estará funcionando -me canso ganso-, además del actual, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, con dos pistas adicionales, en Santa Lucía,
Andrés Manuel López Obrador, 1.12.18..
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