Encrucijada en Ucrania
Pronto la confrontación rebasó a ambas naciones y los Estados Unidos y la OTAN han apoyado abiertamente a Ucrania con fondos y armas, que han permitido una defensa en algún modo eficaz frente al embate ruso.
Ya se ajustaron siete meses del inicio de la invasión a Ucrania por parte de Rusia. La razón o excusa, decía Putin, era el maltrato hacia la población étnicamente rusa, en aquel país aliado tradicional de Rusia. La mayor preocupación de Vladimir Putin es la apertura hacia la Organización del Atlántico Norte (OTAN) del régimen de Volodímir Oleksándrovich Zelenski, un actor de comedias devenido político, y abiertamente inclinado hacia posiciones de derecha, apoyado no tan subrepticiamente por neo nazis ucranianos.
Pronto la confrontación rebasó a ambas naciones y los Estados Unidos y la OTAN han apoyado abiertamente a Ucrania con fondos y armas, que han permitido una defensa en algún modo eficaz frente al embate ruso. Desde la perspectiva del Kremlin se puede sospechar que la invasión no ha sido lo que el Presidente esperaba: La resistencia ha sido mayor y quizá más organizada; la entrada sin demasiados disimulos de la OTAN y EU, lo ha movido hacia una especie de cautela precavida.
Si bien es verdad que ni la OTAN ni Rusia quieren arriesgarse a una guerra generalizada, también parece indudable que ninguna de las partes quiere ceder y buscar una paz elusiva y lábil, en la que se pudiera interpretar que uno u otro fueron débiles e incapaces de sacar adelante sus objetivos: Lo interpretarían como pérdida, y quizá derrota...
Al parecer en la misma Rusia no hay apoyo generalizado a la guerra. La mayoría del pueblo parece preferir que su vida y sus preocupaciones sigan adelante, y que los impulsos bélicos de su mandatario los afecten lo menos posible. Si bien hay un esfuerzo propagandista en contra de Rusia, parece verosímil que un número no pequeño de hombres ha intentado escapar del reclutamiento un tanto forzado: No les parece válido alistarse y combatir contra un país que ha sido cercano desde tiempos inmemoriales.
Por otra parte, Putin organizó, e impuso, un referéndum en las regiones donde habita más población de origen ruso, con el objetivo de mostrar al mundo que hay descontento y que prefieren anexarse a la madre Rusia. La guerra en progreso no resulta la circunstancia más adecuada para recabar la opinión de la población sobre un asunto tan trascendental como dividir una nación y trastocar ciudadanías. Aparte de la propaganda en contra, una sana metodología desaconsejaría tomar decisiones de peso durante un atolladero como el que se vive en ese país.Sin embargo, Putin se basó en dicho referéndum para anunciar que integrará a su país cuatro regiones de Ucrania donde más del 80% de los pobladores aceptaron unirse a Rusia. No resulta sensato, ni parece válido: Es proseguir la guerra por otro medio, no aceptable.
Y estos días se dio a conocer un nuevo desarrollo, ciertamente preocupante: Rusia es un proveedor antiguo de gas para los países europeos, y se han construido al menos dos gasoductos importantes que llevan el combustible hacia Occidente: Los Nord Stream 1 y 2, y esta semana se han detectado fugas considerables en ambos. Los expertos afirman que la mejor explicación es sabotaje con explosivos, sobre todo teniendo en cuenta la simultaneidad de las “fugas”; Putin afirma que los autores fueron sus “enemigos occidentales”, mientras que desde la perspectiva de ellos, fueron explosiones provocadas por el régimen ruso para dejar sin gas el invierno europeo y culpar a sus enemigos del “atentado”. Parece poco creíble esta versión, pues la administración rusa podría cerrar las llaves del gas, ya lo había hecho, sin lastimar seriamente su infraestructura.
Es un conflicto añejo entre rivales más preocupados por su capacidad de controlar regiones, que por el bienestar de ocupantes; y tampoco mortificados por el planeta en que vivimos y cuya supervivencia ponen en peligro, irresponsablemente.
Quizás el mal menor sea una solución parecida a la de Corea, hace 70 años: Una Ucrania desgajada, con otra porción bajo tutela rusa. Todos pierden, pero más los ucranianos...
Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.
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