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Cesarismo

El sexenio culmina con la sumisión del Estado por la vía de la extorsión

Lo que ha ocurrido en nuestro País tiene los más oscuros antecedentes, la imposición del Ejecutivo sobre los poderes que soportan la República, utilizando los mismos argumentos de las dictaduras para cometer los abusos más atroces.

El sexenio culmina con la sumisión del Estado por la vía de la extorsión; la operación ordenada desde Palacio evidenció las maniobras más desaseadas que remiten a las peores conductas, estas abochornaron hasta los propagandistas del régimen que no son pocos.

Hay que admitir que los traidores, oportunistas y corruptos han proliferado en los partidos y el régimen ha atraído a sus filas a lo peor de esta clase política sin convicciones ni rectitud, que se suman a las bancadas del oprobio sin meditar sobre su pasado, incineran sus biografías a la vista de todos con la evasiva de la afrenta, nada más antiguo que los pretextos para justificar las traiciones.

Se pasan al coro oficialista argumentando el supuesto conservadurismo o hacen suya la interpretación infantil del neoliberalismo, ejemplos claros lo tenemos aquí en Sonora con aquellos panistas y priistas históricamente privilegiados, sumados al oficialismo emulando a Alejandro Murat apoyando al régimen, desgañitándose desde la tribuna del Senado afirmando descaradamente: “No somos iguales”. El cinismo, los hermana y el pasado los condena.

Atestiguamos el rostro más perverso del régimen, un huertismo consentido usando una retórica similar a la de aquel año de 1913. Jesús Silva Herzog fue un importante testigo de aquellos años y reseña los negros días de aniquilación democrática y asesinato de opositores, tiempos desgraciados para la Historia de México.

Cuenta como posteriormente a la disolución de las Cámaras, el 11 de octubre de 1913, (otro fatídico día 11) Victoriano Huerta expidió un manifiesto a la nación y tres decretos, el propósito era justificar el cuartelazo e intentar acreditar un Gobierno bajo los mismos supuestos actuales, los Poderes impedían el avance de la nación: “El manifiesto es modelo de cinismo. Victoriano Huerta dice que está dispuesto a sacrificar su propia vida al servicio de la nación; dice que el fuero de diputados y senadores había sido patente de inmunidad penal (...) que el Poder Legislativo usurpaba funciones de los otros dos poderes y que había dado muestras de hostilidad hacia el Ejecutivo.

Esto último era notoriamente falso, pues tanto la Cámara de Diputados como la de Senadores habían aprobado la mayor parte de las iniciativas de aquel, sin excluir los empréstitos onerosos contratados fuera y dentro del País. (…) En el segundo decreto Victoriano Huerta se arroga la facultad de decidir, desde la altura de su megalomanía, que el Poder Judicial de la Federación continúe funcionando en los términos establecidos por la Constitución General de la República.

Además, se conceden por su propia autoridad facultades extraordinarias en los ramos de Gobernación, Hacienda y Guerra, mientras se instala el nuevo Congreso que debía ser elegido el 26 de octubre, dieciséis días después del golpe de Estado. Uno se pregunta: ¿Cómo iba a ser posible preparar una elección general en solo quince días? Sin embargo, la farsa fue consumada.” (1).

Las similitudes en la argumentación huertista con el presente son evidentes, lo que aconteció posteriormente se asemeja al espectáculo denigrante que presenciamos para aprobar la demolición del Poder Judicial y entregarle al Ejecutivo la República rendida, algunos suponen que al asumir la presidenta electa todo será distinto, la credulidad de los mexicanos es sobrecogedora. Atestiguamos el fin de los sexenios y comienza el tiempo en donde lo único que impera es la voluntad del César.

1 Jesús Silva Herzog. Breve Historia de la Revolución Mexicana, FCE.1960, Pág. 61.

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