Sin escrúpulos
Gracias a su premura y sometimiento nuestra entidad quedó a merced del centro, lo ganado en décadas fue consumido por la abyección, no entendieron o se negaron a defender que somos una Nación diversa y dispersa, con características distintas y proyectos diferentes, constituimos la disparidad en la unidad, condición que garantizaba el federalismo.
Una de las características de los regímenes despóticos es el encumbramiento de serviles, la memoria pública de estos conversos de última hora quedará en cenizas, convertidos en complacientes legisladores e incendiarios de un Poder Judicial profesional, victimarios de una Constitución que otorgaba equilibrios, verdugos de instituciones independientes en una Nación que ambicionaba ser moderna e incluyente y lo más nefasto, en la entrega incondicional de un Estado libre y soberano.
Acataron la instrucción del poderoso para erigir un supremo gobierno, haciendo suya la frase preferida de quienes no tienen principios: “El que manda, manda y si se equivoca, vuelve a mandar”, sentencia que retrata la conducta de nuestros legisladores locales.
Habíamos transitado por un federalismo con errores o defectos, pero que dejó lecciones en la administración estatal y en los municipios, gracias a esta autonomía se formó una administración pública profesional.
Para vergüenza de sus electores y representados, los diputados locales sonorenses aprobaron presurosos y sin discusión el fin de la soberanía estatal consintiendo la supremacía constitucional.
Con esta acción involucionamos décadas, aquella autodeterminación que presumía Sonora quedó aniquilada, la burocracia profesional que durante décadas se había consolidado hoy es inoperante. Los legisladores locales fueron llamados a sesionar de madrugada con el propósito indigno de halagar a quien los manda, no les importó el decoro ni la honra de nuestra entidad, ajenos a la perspectiva histórica, política o social, se convirtieron en una muestra clara de lo que significa la ambición.
Gracias a su premura y sometimiento nuestra entidad quedó a merced del centro, lo ganado en décadas fue consumido por la abyección, no entendieron o se negaron a defender que somos una Nación diversa y dispersa, con características distintas y proyectos diferentes, constituimos la disparidad en la unidad, condición que garantizaba el federalismo.
El Congreso del Estado en Sonora provocó un retroceso histórico ofensivo, no habrá manera de combatir el centralismo ni tampoco al obsesivo Poder Ejecutivo, ni las decisiones disparatadas o la insensatez sofocante de un régimen de alienados.
Los legisladores sonorenses únicamente están interesados en cumplir el papel de cortesanos y, para demostrar su nula congruencia, la mayoría de estos representantes populares fueron recientemente entusiastas panistas, emocionados priistas o protagonistas del combativo perredismo.
Los legisladores cómplices del nefasto supremacismo fueron beneficiarios en los gobiernos de Fox, Calderón o Peña Nieto, propagandistas en su momento de aquellos mandatarios y sus partidos y, en esos giros que definen a los incoherentes políticos, hoy son los destructores de lo que antes defendieron mientras pululan entre asambleas y cargos públicos.
No importó la hora, día o tema, la urgencia para halagar al poder era lo apremiante, las entidades federativas y los municipios quedaron en una debilidad extrema, no existe más que una sola fuerza que ordena y manda.
En 1911 se constituye en Sonora la 23 Legislatura, esta tendrá un papel fundamental en la defensa del orden constitucional y dará una muestra de la rectitud que privaba en aquellos sonorenses. Esta Cámara desconocerá a Victoriano Huerta, romperá el pacto federal a raíz del asesinato de Madero y propiciará el arribo de Carranza a nuestra entidad. De esta Legislatura saldrá Ignacio L. Pesqueira, diputado por el Río Sonora, Cosme Hinojosa revolucionario notable o Adolfo de la Huerta, representante por Guaymas.
La historia reconocerá el papel valiente y decoroso de aquellos diputados locales. En nuestros legisladores no se encuentra ni la integridad ni la honestidad, pero tampoco el interés por diferenciarse de la mayoría. Se afirma que la Constitución ha muerto, habrá que corregir, la mató el servilismo y el oportunismo.
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