Durazo y guaymas

PROS Y CONTRAS

Quizá en alguna ocasión les haya contado de una breve conversación que sostuve con el entonces gobernador electo de Sonora, Alfonso Durazo. En su propuesta de campaña incluía un plan de desarrollo para Guaymas, que contemplaba una fuerte inversión en las actividades comerciales del puerto, ampliando sus operaciones y mejorando sustancialmente su conectividad terrestre y aérea.

Mire, que ese plan existió al menos desde hace 30 años, porque ya se hablaba de ello durante la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio Murrieta, en 1994. Me decía Durazo, a propósito de que soy originario de allá, lo que tenía pensado para el Municipio. El resto de la historia de aquella campaña ya la conocemos, y no es propósito de esta columna ahondar en ello, al menos no en este momento.

Han tenido que pasar tres décadas para que quien era su secretario particular en aquel entonces creciera políticamente tanto como para alcanzar la gubernatura del Estado. Y además, que se quedara con esos planes. Pero sobre todo, que demostrara la voluntad de retomarlos porque tanto tiempo después, seguían siendo viables.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo, se habla de Guaymas en sentido positivo, al aparecer en el más reciente reporte del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) en el nivel medio alto en sus índices justamente de eso, de competitividad. A mí me parece que debemos destacar el dato, porque así como hay hechos de otra naturaleza que no se pueden ni se deben ocultar, tampoco aquellos que, como éste, abonan a una narrativa esperanzadora de que esa región de Sonora saldrá del bache en el que ha estado por décadas, dependiendo de actividades primarias y sujeto a los mismos factores de poder.

Se aplicó Durazo en el tema desde que arrancó el sexenio que ya llega a la mitad, y justo esta semana salta ese dato revelado por el IMCO. Tantas veces hemos hablado de esa región y de situaciones lamentables, que en justicia hoy merece que le dediquemos estas líneas.

No me acuse usted, amable lector, de exagerar mi optimismo. Procuro siempre ser realista y guardar un mínimo equilibrio en las reflexiones que aquí le comparto desde 2005, cuando empezó a publicarse esta colaboración en las páginas de EL IMPARCIAL. Pero hoy sí me permito elevar la esperanza de que allá, en esas polvorientas calles en las que crecí, la realidad para quienes allá siguen sea distinta a la que vivimos muchos que en nuestra juventud vimos cómo los malos gobiernos y las chequeras dominantes de la comarca mandaron a la lona cualquier esperanza de progreso.

El avance es importante y creo que tenemos tiempo de ver cristalizada al menos buena parte del proyecto. Porque además no todo es San Carlos, que con tantas bellezas naturales que posee, sus expectativas se limitan a la actividad turística en cualquiera de sus expresiones. Referirse al puerto y su crecimiento es entrar en tema de infraestructura en la ciudad, inversión extranjera y nacional generadora de empleos, servicios médicos de calidad, una mejor oferta educativa, etc.

Y no, no ignoro el hecho de que Hermosillo aparezca en primer lugar en ese mismo estudio, comparado con las ciudades de entre medio y un millón de habitantes. Simplemente que aquí las condiciones han sido distintas desde hace muchísimo tiempo. Tenemos la mayor proveeduría del sector minero a nivel nacional, una oferta de educación superior muy por encima de cualquier otra ciudad del Estado, la planta ensambladora de la Ford y sus proveedoras alrededor que generan miles de empleos bien pagados, y entonces el resultado es ese.

Aquí, la inversión del Estado también se ve, por ejemplo, en la renovación prácticamente total de las calles de primer cuadro de la ciudad o en la rehabilitación de lugares emblemáticos como el Mercado Municipal No. 1.