El gran fanfarrón…

BATARETE

Faltan 10 días para que Donald Trump sea investido presidente de los Estados Unidos, y se ha dedicado a lanzar amenazas y provocaciones a sus aliados y también a sus vecinos.

Ha propuesto convertir a Canadá en un Estado de la Unión Americana y asegura que la mayoría de los canadienses están encantados con la oferta (falso: La mayoría la rechaza tajantemente); afirma que va a retomar el control sobre el Canal de Panamá, así sea por la fuerza militar, a pesar de que hay un tratado firmado en 1979 que estatuyó que el 31 de diciembre de 1999, la república de Panamá asumiría el control absoluto y la administración de este paso marítimo.

Ya encarrerado, el mismo personaje propuso comprar Groenlandia, donde hay una base militar norteamericana bastante grande, afirmando que “que Groenlandia es necesaria para la seguridad de los EUA”; balandronada con la cual enardeció al Reino de Dinamarca, nación a la que pertenece la isla en cuestión.

Esto ha generado inquietud en ciertos países europeos, que están comprobando cómo, uno de sus asociados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fundada para garantizar la seguridad y la libertad de sus miembros por medios militares y políticos, está violando sus propios objetivos, desafiando a sus aliados y, poniendo en entredicho dicha alianza.

Desde principios de diciembre pasado, había sugerido que tanto su vecino del Norte como México, deberían ser parte de los Estados Unidos puesto que, afirma falazmente, “los subsidiamos con miles de millones de dólares”, sugiriendo que para ellos sería más barato poseernos que mantenernos; y a este agravio añadió la estúpida sugerencia de cambiar el nombre de Golfo de México a Golfo de América, que “se escucha hermoso”, dijo.

Claudia Sheinbaum apuntó en una mañanera que, el nombre de Golfo de México ya se usaba a principios del siglo XVII, y mostró un mapa antiguo (1607) que así le denominaba, puesto que, desde Florida a Yucatán, todo el territorio que bordea el Golfo, era parte de México, o la Nueva España. Incluso señaló que la amplia región situada al septentrión de las actuales Baja California, Sonora y el Río Bravo, unas dos terceras partes de la “unión americana” actual, se conocía entonces como América Mexicana, antes de la llegada de los peregrinos ingleses a la actual Massachussets, en 1620. Y sugirió, con sonrisa pícara, que se debería renombrar así ese territorio en poder de los vecinos: “Sería un nombre hermoso”, comentó.

Llama la atención la retórica agresiva y nada diplomática del Trump, que se ha dedicado a molestar y amenazar a vecinos y socios en el anacrónico intento de imponer en el contexto internacional una perspectiva singular, imperialista, que recuerda al destino manifiesto, esa doctrina del siglo XIX que sostenía que Estados Unidos debía expandirse por el continente, difundiendo la democracia y el capitalismo.

Asombra tanta agresividad en el único presidente electo de los EUA que ha sido declarado delincuente y culpable de una fechoría y está aguardando sentencia, que podría incluir un tiempo en la cárcel, aunque cabe dudar de la entereza del juez, que quizá sólo le haga un llamado de atención. Trump fue pronunciado culpable por un jurado, por 34 delitos de falsificación de cheques, facturas y registros contables, para ocultar pagos por 130 mil dólares a la actriz porno Stormy Daniels, con quien tuvo relaciones sexuales, para que se quedara calladita y no perjudicase su candidatura en el 2016.

Resulta obvio que el Donald ha sido siempre un bocón sinvergüenza. Es parte de su imagen y le ha funcionado políticamente, lo que pone de manifiesto la inopia mental de quienes lo eligieron: Se inclinaron por alguien que no tiene empacho en comportarse como si lo hubieran elegido zar del mundo. Eso apunta a un probable desquicio mental, un impudor descomunal o ambos; pero la combinación resulta peligrosa, para el mundo, sus aliados o vecinos y también para su país y sus conciudadanos...