Y nosotros, ¿cómo tratamos a los migrantes?

PROS Y CONTRAS

La llegada de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos, supone retos para nuestro País que quizá no estemos identificando o en el peor de los casos ignoramos deliberadamente.

La acción más mediática, aunque no la más dañina, de las que anunció el magnate y que tienen impacto directo en México es la de las deportaciones masivas que pretende implementar contra migrantes indocumentados que se cuentan por millones en territorio norteamericano.

La gran mayoría de ellos contribuyen activamente a la economía de las regiones donde viven y no son criminales que tengan pendientes con la ley, salvo aquellos relacionados con su status migratorio.

Son pues, personas de bien que se han internado de forma irregular a un país buscando una mejor calidad de vida.

La clase política gobernante e incluso la oposición han condenado las intenciones de Trump de sacar a toda esa gente y ponerla de este lado de la frontera.

Muy entretenidos estamos rasgándonos las vestiduras viendo la paja en el ojo ajeno. Al menos lo que sucede a la llegada de Trump debería provocar una mirada más autocrítica al gobierno y a la sociedad mexicana, porque de este lado tampoco somos tan amigables con los migrantes indocumentados que buscan refugio en México.

Muchas personas optan, ante la dureza de las autoridades migratorias norteamericanas por solicitar una permanencia legal en México, cosa que tampoco es tan rápida.

La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) tendrá que lidiar con muchas más solicitudes cuando empiecen las deportaciones, aunque con menos presupuesto.

Al cierre de 2024 y según el informe presentado por la misma Comar, 78 mil 975 personas iniciaron un trámite de petición de asilo, de las cuales el 42% fueron resueltas, aunque no todas en sentido positivo.

Según datos de la misma comisión, existen alrededor de 45 mil peticiones que tienen más de un año en espera.

Tampoco sabemos qué sucede con aquellas personas a las que se les niega el refugio, sin son regresadas a sus países de origen o deambulan libremente por todo el territorio mexicano.

En 2023 fueron resueltas 29 mil 661 y dejaron pendientes 111 mil 059.

Los datos están publicados en una nota del diario La Jornada publicada el pasado jueves 23 de enero firmada por el reportero Néstor Jiménez.

El mismo despacho refiere que de 2013 a la fecha la Comar otorgó alguna protección complementaria o bien concedió la condición de refugiado en 156 mil 718 casos, rechazando 57 mil 490.

El organismo dependiente de la Secretaría de Gobernación vio reducido su presupuesto un 10% respecto del año pasado, pasando de 51.2 a 47.8 mdp.

Hay documentados casos de violaciones a los derechos humanos hacia los migrantes indocumentados en territorio mexicano a manos de los propios agentes de Migración, además de las vejaciones perpetradas por los cárteles del crimen organizado que se adueñó también del negocio del tráfico de personas.

Vaya, se nos mueren los migrantes en los centros de detención y luego el gobierno culpa a la oposición de querer aprovechar las desgracias para golpeteo político.

Esto no es en absoluto la mejor carta de presentación de nuestro País en materia de política migratoria.

Existen ciudades fronterizas en donde las personas aspirantes a ingresar a Estados Unidos del modo que sea (con o sin documentos) deambulan por las calles con sus almas perdidas porque no los dejan llegar a donde quieren y no quieren regresar de donde vienen.

Entonces, sin dejar de criticar lo que sucede del lado norteamericano, eso que sucede allá debería ser de algún modo el detonante para un ejercicio serio de autocrítica en este tema.

Los esfuerzos de gobiernos locales y estatales son necesarios y muy valiosos porque salvan a muchas familias, pero son humanitarios, dan techo, comida, refugio, medicamentos y un trato cálido a los migrantes, mas no les resuelven el problema.