Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Sonora

Aspirar a la felicidad

La mayoría de los grandes logros no se consiguen de forma inmediata.

José  Martínez Colín

1) PARA SABER

“La constancia recompensa siempre a quienes trabajan con fidelidad”, afirmó el papa Francisco en su pasada audiencia. Además invitó a seguir “haciendo siempre el bien y para todos”. Cuando se es constante en obrar bien, no sólo se obtienen buenos resultados, sino que el principal beneficiado es la propia persona. Las virtudes perfeccionan a la persona, pero no se adquieren de un momento a otro, sino se requiere de la constancia en el esfuerzo por hacer esos actos buenos para adecuar la propia persona a ese bien. Por ejemplo, una persona que una vez da una limosna, no se podría decir que ya es generosa. En cambio, sería generosa si siempre que se le presenta la ocasión da limosna con gusto y facilidad. Y suele conseguirse a base de obrar actos semejantes.

2) PARA PENSAR

La mayoría de los grandes logros no se consiguen de forma inmediata. A fines del siglo XIX, al aumentar la población se presentó el problema de realizar el censo en Estados Unidos de manera eficiente y ágil, pues suponía ordenar y organizar los datos de muchos millones de habitantes.

Fue este el motivo que llevó al matemático norteamericano Hermann Hollerith a idear un sistema de fichas perforadas que permitían obtener lo que hoy en día llamamos «base de datos». Este ingenioso artilugio causó tanto impacto y tan gran éxito, que su inventor creó la Empresa de Máquinas Tabuladoras. En ese entonces las primitivas computadoras eran armatostes inmensos que ocupaban un edificio entero, pero fueron la base de las modernas computadoras. Esta empresa se desarrolló fuertemente y llegó a ser la actual IBM.

Con frecuencia, cuando utilizamos algún moderno invento no solemos pensar en los esfuerzos que le ha costado a la humanidad desarrollarlo, pero la mayoría de ellos son fruto de múltiples trabajos. Ha significado muchos años de investigación progresiva y de trabajo callado de miles de investigadores que lo han ido mejorando con el paso de los años. Así ocurre también con muchas facetas de la vida: Lo que cuenta no es tanto un descubrimiento accidental, o un golpe de suerte, sino el trabajo diario, callado y sostenido por la constancia.

3) PARA VIVIR

Una definición de “virtud” precisa y concisa nos la ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica: “La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien” (n. 1803). No es, por tanto, un bien improvisado. Es un bien que nace de una lenta maduración de la persona, hasta convertirse en una característica interior suya. De aquí la importancia de la constancia. La virtud es un hábito de la libertad. Si somos libres en cada acto, y cada vez estamos llamados a elegir entre el bien y el mal, la virtud es lo que nos permite tener un hábito hacia la elección correcta.

¿Cómo adquirir un don tan hermoso como la virtud? El primer auxilio es la gracia de Dios, la cual hay que pedir. Pero requiere además de una buena voluntad que quiera elegir el bien verdadero. Y a base de constancia se va creciendo cada vez más en la virtud. Lográndose lo que decía Aristóteles: “Los que obran bien son los únicos que pueden aspirar en la vida a la felicidad”.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados