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Jesús espera el encuentro

Por complicada que fuera nuestra vida, Jesús siempre nos espera y desea nuestra salvación.

José  Martínez Colín

VOZ DEL PAPA

1) PARA SABER

“Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres” (Rabindranath Tagore). Tal vez al hombre le falte esperanza, pero Dios sí la tiene en nosotros, y por eso no deja de buscarnos. Tal fue el caso del encuentro de Jesús con la samaritana en al que el papa Francisco quiso meditar en esta ocasión. Jesús, sentado en el brocal del pozo, parece que está esperándola.

Ella, en cambio, va al pozo sin esperar encontrar a alguien; incluso va a una hora inusual, cuando hace más calor, tal vez por vergüenza de su vida, o quizá se ha sentido juzgada, condenada, incomprendida. Pero Jesús ha querido llegar ahí. Aunque pudo evitar pasar por tierras de samaritanos, enemistados con los judíos, quiso detenerse y esperar. Así hace el Señor con nosotros: Nos espera y hace que lo encontremos justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para nosotros.

El pozo, en el antiguo Oriente Medio, es un lugar de encuentro, donde a veces se conciertan matrimonios, es un lugar de compromiso. Jesús quiere ayudar a esta mujer a comprender dónde buscar la verdadera respuesta a su deseo de ser amada.

2) PARA PENSAR

Hay un relato sobre la contrición que encierra una enseñanza digna de ser meditada. Sucede que un joven, lleno de pecados y de remordimiento, aunque sin mucho arrepentimiento, fue a confesar sus pecados. Una vez terminado de decir todo lo que traía, esperó que el sacerdote le impusiera una penitencia para poderse ir. El sacerdote, dándole una copa, le dijo: “Para que quedes perdonado, haz de llenarla de agua. Sólo cuando esté completamente llena, habrás quedado perdonado”. Al pecador se le hizo muy fácil cumplir la penitencia impuesta. Así que fue a la fuente del pueblo. Pero al llegar notó que estaba seca. No le importó mucho, pues sabía que en el valle había un torrente de aguas tumultuosas. Corrió hacia el río y llegó jadeante, pero se llevó gran sorpresa al ver que se había secado. Pensó que Dios quería imponerle de penitencia el tener que ir de aquí para allá. “Pues bien, iré al mar donde sin duda encontraré toda el agua que quiera”.

Aunque fue larga travesía, no paró hasta contemplar el mar, y se llenó de esperanza. Llegó a la playa, pero sucedió que cada vez que arrimaba la copa a las olas, éstas retrocedían. Varias veces lo intentó y siempre las olas retrocedían. Entonces cayó de rodillas desconsolado; si hasta el mar se retiraba de su presencia, es que no tenía perdón de Dios. Y empezó a llorar. Las lágrimas brotaban a raudales de sus ojos e iban cayendo en la copa. Hasta que en un momento vio que se había llenado... ¡de agua de lágrimas! Comprendió entonces que lo que le faltaba era dolor de sus pecados.

3) PARA VIVIR

Jesús en el pozo expresa su deseo: «¡Dame de beber!». La sed es a menudo en la Biblia imagen del deseo. Jesús desea la salvación de esa mujer. Dice san Agustín: «El que pedía de beber tenía sed de la fe de esta mujer».

Jesús se da a conocer ante ella como el Mesías y le hace ver su vida desordenada, llevaba varios maridos. La samaritana, a partir del encuentro con Jesús, rehace su vida y, no contenta con ello, va y comparte su alegría con los demás. Por ello no podemos perder la esperanza. Por complicada que fuera nuestra vida, Jesús siempre nos espera y desea nuestra salvación: Nos concede lo necesario para recomenzar nuestro camino.

José Martínez Colín es sacerdote, ingeniero (UNAM) y doctor en Filosofía (Universidad de Navarra).

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