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Batarete

Esta semana fue liberada en Querétaro después de mas de tres años en prisión, una joven de 28 años llamada Dafne McPherson, que sufrió, mientras trabajaba en la tienda Liverpool, un aborto y perdió al producto de su embarazo, en un baño de dicho comercio. Ella había acudido a los servicios médicos y le habían diagnosticado hipotiroidismo; cuando se sintió mal se dirigió a los sanitarios y ahí empezó su desgracia. Cuando se dieron cuenta del problema los directivos impidieron la entrada de la Cruz Roja y la atendieron paramédicos de la empresa. Ahí murió el bebé y ella empezó a desangrarse, fue entonces que la trasladaron, inconsciente, a un hospital. Cuando volvió en sí, ya la habían acusado de asesinato y enfrentaba un juicio que desembocó, un año después, en una condena a 16 años de prisión. El procedimiento estuvo plagado de irregularidades e inició durante la administración del priista José Calzada Rovirosa, al que siguió su correligionario, Jorge López Portillo Tostado, durante cuyo mandato fue condenada Dafne. Sus abogados interpusieron un amparo, y esta semana otro juez reconoció que en el juicio anterior no se habían presentado pruebas sustentadas en datos duros y que tampoco se había aplicado la perspectiva de género al dictar sentencia. Simplemente se le arrolló con mecanismos legales en algo que pareció un subterfugio para castigar el aborto: Era madre soltera y no era pudiente; se le podía usar como escarmiento. Fueron 40 meses de prisión en San Juan del Río al final de los cuales recuperó su libertad y pudo volver con su hija de 9 años. Dafne, y el grupo que la asesoró legalmente, dicen estar preocupados por los más de 800 casos similares de mujeres acusadas de homicidio por todo el País: Tal parece que es mucho más grave un aborto espontáneo que matar al vecino a cuchilladas, o mandar un sicario a callar a un comunicador. El domingo 20 de enero tuve la oportunidad de acompañar a mi esposa y algunos miles de mujeres más, por las calles del centro de Tucson, a una marcha en la que ellas, conscientes y responsables, se unieron para dejarse oír y para hacer saber, a sus compañeras y a la comunidad, el peso de la desigualdad estructural, social, económica y de justicia que las afecta por su condición femenina. La marcha terminó en la placita Jácome, en el mero Centro, donde hubo varias oradoras y muy buena música. Me llamó la atención que los discursos podían ser en inglés, Ohodam (pápago) o español, y había traducción dependiendo del idioma de la que hablaba. Encabezaba la marcha una nutrida delegación de mujeres de la etnia pápago: Jovencitas ataviadas con vestidos coloridos, tenis modernos y sonrisa encantadora; señoras serias vestidas para fiesta pima, y todas, ancianas, damas maduras y muchachas secundarianas, con carteles y botones que demandaban igualdad de género, cese de discriminación étnica, mejores oportunidades educativas y laborales y, no podían faltar, fuertes críticas a Trump, sus mentiras, su obsesión por el muro y su política de odio. Mujeres marchando por su futuro y el de todos nosotros. Para culminar esta semana de entusiasmo femenil, nos alegramos con la nominación de Yalitza Aparicio, como candidata al Óscar como mejor actriz, algo que habían logrado Selma Hayek y la enorme Katy Jurado, lo que es un logro para México, para las mexicanas y la mujer indígena en particular. En un país en el cual la discriminación por género todavía subsiste vigorosa, y el desprecio no tan soterrado hacia las etnias persiste, que Yalitza a sus 26 años esté a la par con Glen Close, Olivia Colman, Lady Gaga y Melissa McCarthy, es un aliciente y una reivindicación de la belleza indígena que no debe compararse con otras culturas y geografías: Nuestras mujeres son bellas sin necesidad de teñirse el pelo o pretender emular ramplonamente modelos europeos. Gracias a todas.

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