Batarete
La semana pasada se confirmó lo que era un rumor a voces: Que durante la campaña de Andrés Manuel López Obrador se organizaron algunos grupos y personajes que llamaré siniestros simplemente por su afán de ejercer su actividad desde una putativa oscuridad que, al final no lo fue tanto. Se trata de la llamada operación Berlín, así conocida por tener su centro de acción en la calle del mismo nombre, en el bello barrio de Coyoacán, allá en la capital. En esa ubicación se instaló durante la campaña presidencial pasada, a un grupo de especialistas en comunicación y periodismo poco digno, cuya misión era generar noticias falsas, rumores más o menos fantásticos y hasta insultos que presumían de ingeniosos sobre AMLO y su equipo, para desprestigiarlo, obstaculizar su camino y desbarrancar su proyecto. Lo financiaban varios empresarios acaudalados y lo dirigía un académico que es también empresario en revistas de cultura e históricas; no vale la pena nombrar a ninguno, pero sí resulta necesario analizar su trabajo y la tesitura mental de quienes lo auspiciaron. Durante varios meses planearon y ejecutaron una campaña de mentiras y rumores que disfrazaban de periodismo para manchar la imagen del candidato puntero. Utilizaron las redes sociales con tuits o memes que pretendían tornar “virales” en los que se denostaba al candidato o se afirmaban como verdad hechos o dichos sobre él, su equipo o su familia. Muchos recordamos un video donde aparece un carro de lujo pintado de dorado, en las puertas de un casino europeo, cuyas llaves se entregan a un joven de tez morena, presumido y prepotente, que arranca el deportivo aquel a toda velocidad, y se afirmaba, falsamente, que era el hijo de Andrés Manuel. Y así se repetían mentiras y verdades torcidas para consumo de los mexicanos, inspirados al parecer por el estilo del nazi Goebbels que decía “calumnia, calumnia, que algo queda...”. Su estrategia consistía en torcer dichos o hechos y lograr que se repitieran rápidamente y convertir el rumor en una falsa certeza para muchos. Probablemente su error fue considerar que la mayoría de los mexicanos está en las redes sociales o lee periódicos nacionales. Desestimaron a las masas populares que no compran la prensa diaria, y no tienen dinero para tabletas o celulares capaces de permitirles la entrada cotidiana al Internet: Extrapolaron su mundillo clasemediero y capitalino y quisieron tratar igual a un país más complejo que desconocen. Sólo fueron capaces de convencer a un sector de la clase media y alta que está dispuesto a creer cualquier desaguisado que, les anuncie, va a afectar su economía y modo de vida muelle. Resulta sobrecogedor constatar que un personaje con cierto reconocimiento en las actividades intelectuales, y su equipo, estén dispuestos a engañar a la población para manipularla y lograr un objetivo que, en forma y modo, niega totalmente el intento de afianzar en el País una modernidad y un sistema político que tome en cuenta el sentir de la mayoría y gobierne para ellos. Operación Berlín pretendió impedir y obstaculizar la capacidad de los mexicanos para razonar y decidir responsablemente sobre el devenir de nuestra historia. En el fondo del pensamiento de estos no tan ingeniosos falsarios está la convicción de que la historia la hacen las élites y la gente vale un carajo. ¿Qué es para ellos democracia? Ciertamente no están de acuerdo con Abraham Lincoln que dijo que era el Gobierno de la gente, para la gente y por la gente... si tal fuera el cometido, un demócrata convencido se movería para formar en la gente el sentido de pertenencia, responsabilidad y de juicio para decidir, junto con el resto de sus connacionales, el devenir de una nación. Estarían ayudando a formar ciudadanos, mientras que alimañas como las del tal Berlín y similares persisten en obtener inframexicanos, poco educados y melindrosos... No somos así y no queremos serlo.
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